viernes, 17 de diciembre de 2010

RECUERDO TRISTE DE UN PASADO ALEGRE

Primera misa de aguinaldo. Escuché en la Voz de Turmero a unos jóvenes que emocionados que invitaban al acto. Habría vigilancia policial, la calle estaría libre y la Alcaldesa tenía interés en recuperar estas tradiciones. Muchos de mis conocidos se preguntarán ¿Y qué va a hacer este vejete a una misa de aguinaldo si no cree en Dios? Realmente, si viviésemos en el siglo ante pasado yo creo que estaría excomulgado y en el siglo XV me hubiesen achicharrado en una hoguera inquisitoria. Pero me gustan estas tradiciones. Me encanta una procesión y pararme al lado de los músicos para escuchar el trombón o ver a Aurelio Liendo tocando el clarinete ¿O es el saxofón? Ya se me olvidó.
Emocionado me levanté temprano y medio patuleco, acompañando a mis hijas y a una nieta me fui para la iglesia. La calle por donde transitaba estaba en semipenumbras, alumbrada por unas luminarias que más bien parecen velas. En la esquina de la Bolívar con la Ribas los eviternos borrachitos iniciaban su consumo de licor. Una señora estaba casi paralizada ante ese espectáculo y no se atrevía a continuar hasta que le dije que no temiese a esas personas, generalmente pacíficas. Ya al llegar a la plaza comenzó mi desilusión. Casi vacía la calle. El maracucho de siempre con sus termos de café y su delicioso fororo, una vendedora de café y Rosendo preparando sus periódicos. Me dije…bueno, las arepitas dulces serán para después de la misa. Entré a la iglesia. Casi vacía. Para arriba y para abajo caminaba Yolanda Daboín comentando que los músicos no habían llegado y “que como va a haber misa de aguinaldo sin aguinalderos” mientras Juan José, arrodillado musitaba una oración. Ya estaba próxima las 6 de la mañana cuando el Padre Bernardo comenzó el rito. Trató de alentar a los asistentes pidiéndoles una repuesta a sus buenos días con más entusiasmo. Tras sus palabras, el conjunto, ya casi completo arrancó con el aguinaldo “Corre Caballito” y poco a poco se fue desarrollando la ceremonia. Empezaban a llegar personas y al final de la misa estaban llenos los bancos pero muy pocos permanecían de pié, lo que me hace pensar que no habían más de trescientos asistentes. Los invitados de ese día era las escuelas locales y realmente la asistencia de las mismas fue un rotundo fracaso. La cantidad de alumnos y representantes pertenecientes a esos colegios hubiesen bastado para llenar la iglesia y ocupar la calle. Allí faltaban, además de los antes citados, la propia Alcaldesa, los miembros de la Cámara Municipal y lo que denominan “las fuerzas vivas” de la ciudad. Comenzó la gente a salir del templo. Una banda musical les esperaba. Escuché un par de interpretaciones y comencé mi ¡tour” para comerme alguna arepita dulce con su correspondiente chocolatico. Nada de eso. Un joven parado en la acera vendía café negro y con leche, mientras en una cava de anime supongo que tenía unas empanadas porque no vi a nadie comprar alguna. Me senté en uno de los bancos de la plaza pero el sitio quedó poco concurrido y no me quedó más alternativa que irme a comer una arepa en mi casa.
Realmente pretender reanimar estas tradiciones es arar en el mar. En la administración de Rodríguez se intentó y fue un fracaso parecido al que he narrado. Y empecemos a lucubrar ¿Porqué ocurren estas cosas? Creo que en primer lugar está la inseguridad. Estoy seguro que la mayor parte de los asistentes a la misa eran residentes del casco central. ¿Quién se va a venir de La Laguna, San Pablo o La Mantuana para dejar su automóvil en una de nuestras peligrosas callejuelas? Y ¿A qué muchachito le va a gustar una arepita dulce o un chocolate si ya está acostumbrado a unas donas o a unas grasientas papitas fritas? ¿Y patinar? Ya esto es cuestión de ases y el viejo patín winchester no existe. Fue sustituido por el patín en línea y este por las patinetas y quienes las utilizan se quedan jugando nintendo o viendo el canal Sony casi hasta media noche y no se van a levantar a las 5 de la mañana para ir a una ceremonia en la cual ya ni creen.
Mejor nos vamos olvidando de estas tradiciones. Nadie las va a poder recuperar Así como ya no se bailan los chimichimitos ni el pájaro guarandol, ni los niños cargan un cuatrico y unas maracas y los bailes de joropo casi se limitan a venerables adultos, no veremos más a una entusiasta juventud acudiendo masivamente a una misa de aguinaldo para que a su salida puedan comerse el chocolate con un tolete de queso blanco sumergido en el humeante líquido tal como lo preparaba Carmen Hortelano y luego tomar rumbo a Los Nísperos para robar el pan y la leche que Misael había colocado confianzudo en las puertas de sus clientes. En lo que a mi corresponde ¡¡¡¡No volveré!!! (y para la falta que hace mi presencia dirán alguno…)

José Hermoso Sierra
Diciembre 2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

EL CRISTO-WOODSTOCK

Toto Aguerreverre el autor del siguiente artículo es Abogado, Licenciado en Estudios liberales. Colaborador en las columnas humorísticas de las revistas Climax, Entre Socios, y Urbe Bikini. Finalista en las cartas de amor del Concurso Montblanc. Autor del libro “Cuentos de Sobremesa”. Tiene el blog http://totoaguerreverre.blogspot.com


LOS HIPPIES EVANGÉLICOS INVADEN LA COSTA
Ya sé que prometí hablar de los pueblos malditos, pero, a veces, hay pueblos que sufren la terrible desgracia de recibir maldiciones temporales. Estos Carnavales, arribaron a San Jorge -un pueblito cerca de Caruao en la costa de Vargas- 890 evangélicos para celebrar un festival musical en el Campamento Shalom. Si a usted le molesta cuando dichos seres le tocan el timbre de la casa para hablale pendejadas, imagínese a 890 de estos individuos en frenesí bíblico, coreando las canciones de su banda favorita de rock cristiano. Horario: arrancando desde la 5am hasta que "el alma aguante".
Acostumbrada a ver los piernones de las negras de Caruao contonearse por el malecón, aquel pucho de mojigatas felices con faldas largas y cabellos trenzados resulta sencillamente deplorable. Uno en la costa quiere ver carne, no ese telero que supongo esconde piernas sin depilar llenas de várices. Coño, si andaban de hippies cantando y acampando, por lo menos empelótense así sea para ver tetas flácidas.
Ni hablar del Campamento Shalom que lucía como una postal marginal para el recuerdo: cientos de carpas hacinadas y maltrechas, cuerdas y más cuerdas con ropa guindando, ollas enormes de sancocho aguado. Talaron todo el terreno, por lo que entre las carpas sólo lograbas ver tierra desnuda y tocones de lo que alguna vez fue un bosque hermoso a orilla de carretera.
La actividad era incierta, cuando no estaba prendido el concierto cristiano a todo volumen -esa gente no sabe de contaminación sónica-, veías a aquel mujerero trabajando -cocinando, lavando ropa, limpiando muchacho- mientras los zánganos leían la Biblia y vociferaban furibundos su amor a Cristo con un altoparlante. Porque esa es la otra, en tres días de cercanía con el grupete hippie-sin-drogas-ni-alcohol-que-aman-a-cristo no hubo ni media voz femenina que se diera a conocer. Esas mártires de la vida se ponen a diario aquellas faldas largas, horrendas, y eso no les da derecho a siquiera a clamar su amor eterno a grito en cuello. Esas son cosas de macho camacho y cristiano, carajo.
La pregunta que no pude parar de hacerme fue ¿en dónde cagaba y meaba aquella muchedumbre evangélica? Porque ese intento de campamento no tenía ni medio baño de esos de cajita plástica. Por ellos asumo que fue buena idea pasar siempre con los vidrios del carro cerrados. Para evitar mentarles la madre -aunque ellos no creen en la Virgen María- y porque el olor tenía que ser putrefacto. Cuando van por la calle de apartamento en apartamento, son sólo dos y, supongo, que algún alma caritativa habrá que les preste un baño. Pero ante estos 890 culos, no hay vecino que provea.
Otro detalle sorprendente era escuchar desde la casa -porque para los baños no hubo real, pero para el sonido sí- al señor que gritaba enardecido por el micrófono. Y es que estaba muy, muy, muy bravo. Si esa gente ama tanto a Cristo y Cristo los ama a ellos y tienen bendiciones y son el pueblo elegido y los dejan cagar y mear a su antojo por todo el bosque deforestado ¿cuál será la arrechera que cargan? ¿por qué gritan como Esteban defenestrado? ¿qué clase de amor rabioso es ese? Debe ser como pasó en el Woodstock del 99 que terminaron quemando esa vaina, los hippies de ahora ya no sirven, están demasiado iracundos para seguir con la paz y el amor. No se desnudan, no tiran sin condón, no se echan palo. Ya no es lo mismo. Ni siquiera los cristianos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

JOSE RAFAEL REVENGA; QUESERO

No son muchos los próceres civiles o militares de nuestra golpeada Venezuela que han demostrado y se han comportado con honestidad sin par. Ha privado la rapacidad, el caudillismo y el no me des aunque ponme donde “haiga”. Brillan los títulos regalados por congresos genuflexos o por segundones busca fortuna para halagar a quien está, como decía un viejo político venezolano, “en las alturas del poder”
Pero no es ese el caso de José Rafael Revenga, epónimo de nuestro principal instituto educacional. Nació en El Consejo el 24 de noviembre de 1876, en el seno de una familia con buenos recursos económicos. Cumpliendo los 24 años ya está integrado a los vericuetos de las conspiraciones independentistas. Es un abogado graduado en la Universidad de Caracas y representando a nuestro país viaja a Estados Unidos de Norteamérica para lograr su reconocimiento y apoyo, labor que se ve truncada con la caída de la primera república. Durante la permanencia de El Libertador en Cartagena, en el año 1815 fue su secretario, actividad que repitió en 1818. Revenga, residenciado durante unos tres años antes de la independencia de Venezuela en Estados Unidos de Norteamérica, estudió Contabilidad y Economía política.
Sería largo enumerar las posiciones alcanzadas por este ilustre venezolano con un desempeño totalmente civilista. Funcionario diplomático, Ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores, Diputado al Congreso Nacional y Presidente del Banco Nacional. Negoció el pago de nuestras inmensas deudas contraídas en la gesta libertadora. Para darnos una idea del caos económico al cual nos llevaron las guerras de independencia, la porción venezolana en la deuda de la Gran Colombia, equivalía a cuatro años de exportaciones de nuestras exportaciones las cuales eran básicamente café y cacao, ya que la ganadería había sido devastada. Promueve el cultivo del tabaco con el apoyo de fondos públicos. Su plan es la ampliación de las fincas tabacaleras en La Grita, Barinas y Guanare, lugares donde se lograban hojas de una calidad tal que eran consideradas entre las mejores del mundo, aceptadas con beneplácito en Inglaterra, Holanda, Francia y Alemania las cuales persistieron hasta la infausta Guerra de la Federación en la cual fueron arrasadas hasta su total destrucción.. Pero sus esfuerzos son inútiles. Páez con su desmedido caudillismo y para lograr la separación –tal vez legítima o necesaria- de la Gran Colombia prefiere mantener el caos financiero para achacarlo a la mala administración grancolombiana y a las directrices de Simón Bolívar. Colombia está en bancarrota. No tiene movimiento comercial y carece de crédito al tener tres años de mora en el pago de su deuda externa. Páez prohíbe la exportación del tabaco y obliga a su remate en Venezuela. Las pérdidas para los cosecheros son inmensas ya que el precio de venta no era ni siquiera la mitad de lo que se obtendría exportándolo. Hace descontar fletes y otros gastos, concluyendo el juego con la no cancelación de unos 70.000 pesos. No conforme con esto, ordena la expulsión de Revenga de nuestro país y le acusa de conspirador cargo que podía significar hasta la pena de muerte. Revenga no soporta tal humillación y regresa a Venezuela para enfrentar los cargos, quedando liberado de los mismos.
Pero ¿Porqué Revenga el quesero? Por supuesto que el título no guarda ninguna relación con nuestros populares, comunes y siempre actualizados quesos, eufemismo con el cual se reemplaza el término de corrupción. Formando parte de la Sociedad Económica de Amigos del País, un grupo que alarmado ante tantas carencias nacionales pretende buscar soluciones. La población venezolana es ignorante y desconoce lo básico para sobrevivir. Es por ello que la poca intelectualidad que sobrevivió a la guerra de la independencia, procura enseñar los medios para lograrlo, tratando de enseñar cómo hacer tejas, sombreros, trabajos de herrería, albañilería, carpintería y allí es donde entra José Rafael Revenga. En la sesión del 5 de noviembre de 1830 hace entrega a la Sociedad de un manual titulado “El modo de hacer queso”. Con datos muy precisos sobre temperatura de la leche, obtención del cuajo, procesamiento de la cuajada, prensado, almacenamiento, protección de los insectos y salado presenta tres formas para hacer el queso. Incluyendo las variedades tales como el queso de mano, el queso holandés, el roquefort, el blando o “paisa”, la mozarella y el queso de mano, no faltando por supuesto el apetecido queso “llanero” que aún forma parte integral de nuestra gastronomía, rociado por encima de unas caraotas negras refritas o rellenando una humeante arepa. Y si es de esas arepas peladas que hacen en Cumarebo, ¡¡¡¡Mucho mejor!!!!
Revenga falleció en Caracas el 9 de marzo de 1852

José Hermoso Sierra
Noviembre 2010 Publicado en la revista (CANDELARIA TURMERO)

Bibliografía:
Diccionario de Historia Fundación Polar
“El modo de hacer queso” Guillermo Guzmán. Revista “El Desafío de la Historia” (Nº 22)
José Rafael Revenga. Carlos Goedder

Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud

¡En qué lío me han metido mis apreciados amigos María Sigillo y Luis Barragán!. A raíz de unos comentarios sobre un libro autoría de Román Rojas, “Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud” me dignaron obsequiándomelo pero con una ¿aviesa? condición: “que lo lea pronto para saber su crítica”. Y entonces me fajé:
La emoción inicial fue intensa. Siempre me interesó el entorno de Carlos Delgado Chalbaud. Me encanta el chisme y en esa vida hay chismes para regalar. Pero es un chisme que aún se mantiene en tinieblas. Inclusive, en una ocasión dentro del grupo “Retrospectiva de Historia de Venezuela”, alguien dijo conocer detalles pero se eximía de comentarlos por existir cierta relación con esa familia. Mi curiosidad mayor era –y lo sigue siendo-, el destino de una rama de los Delgado Chalbaud que se ha mantenido en la sombra: Su esposa Ludbow Berliand, devenida en Lucía Levine durante su permanencia en Venezuela, la cual debe haber fallecido (creo que nació en 1910) y una hija de nombre Elena quien de estar viva tendrá unos 75 años.
La obra no sé como clasificarle y realmente no tengo autoridad o conocimientos para hacerlo pero creo que pretende ubicarse como una historia novelada al unir la realidad con la capacidad imaginativa del autor. Los sucesos históricos planteados en la misma, que no son hoy harto conocidos, escasean. Algunos datos, nuevos para mí menudean aquí y allá. Por ejemplo, saber con casi absoluta seguridad quien fue la estirada dama de la alta sociedad (señalada por Laureano Vallenilla Planchart en forma muy sutil en su obra “Escrito de Memoria”, sin que en ella no de pié a los no iniciados para su identificación) que “infidelidaba” a su brillante marido, catalogado como un play boy internacional, con el nada menos que Presidente de Venezuela. Puedo sin mucho esfuerzo imaginar el chismorreo y las risitas de burla en las elitescas fiestas de –como diría Herrera Luque- los hijos del valle, cuando entraba el cornudo adinerado, con fama de play boy internacional, presunto amante de divas cinematográficas y por añadidura Marqués, llevando de brazo a su elegante y apetitosa esposa pero no su mujer, al menos en exclusividad. Pero quién sabe si el asunto no era algo realmente admirado, envidiado y admitido, al contrario de lo que hubiese ocurrido si la infiel hubiese sido una damita de la para la época naciente clase media porque el pecado del adulterio era tan grande que el Código Penal consideraba el asesinato de la mujer infiel un suceso que al juzgarlo tenía atenuantes. Pero sigo con el libro. Las pocas veces que se menciona a la esposa de Delgado Chalbaud se manifiesta con insultantes epítetos. Borracha, terca, infeliz y quien sabe cuántas cosas más. Es evidente el desprecio hacia esta mujer a la cual Rojas desprestigia sin pichirrería. Diametral es su posición hacia Román Delgado, al que casi convierte en un héroe. Le atribuye una lucha originada en sentimientos patrióticos y evidentemente tergiversa la realidad del personaje, enriquecido impunemente, sin dudas peculando en sus funciones diversas durante el gobierno de su compadre Gómez. No hay otra forma de explicar su gran caudal, que aunque hipotecó para financiar la invasión del Falke (obtuvo un préstamo de 1.500.000 dólares) y tras morir en el intento, su viuda pudo vivir con comodidades y hasta permitirse un marido del cual dudo aportase beneficio a la economía familiar. Pero la doñita como que era candela y creo que leí (en el mismo libro de Rojas Cabot) que en Nueva York le parió un hijo al edecán de Gómez. Para rematar, tras el asesinato de su hijo Carlos, se atrevió a pedir una compensación monetaria. La triste realidad del proceder de Román Delgado no fue otro más que la rabia hacia Gómez al ser desplazado cuando pretendía incluir en los negocios a un bandido como lo fue el Bolo Pacha (a quien se le ajustició al finalizar la primera guerra mundial acusado de traidor a su patria) y el saber que no tiene retorno ni al poder ni al amor de su esposa. Por ello se inmola en Cumaná. En forma más sutil el agradable chismorreo se extiende a la viuda de Román Delgado Chalbaud. Su vida da la impresión de haber sido bastante disipada. Llega hasta a admitirle a su marido que una noche, mareada tal vez por las burbujas de la embotellada Nicole-Barbe Ponsardin. Viuda de François Cliquot, se entregó sin poder evitarlo –debilidades de la carne joven y desasistida– al hijo de Victorino Márquez Bustillos, el presidente puesto por Gómez durante su mandato. Claro, ¡¡¡¡ Fue la única vez!!!! Me imagino como Nereo Pacheco, allá en la Rotunda, le estrujaría públicamente al ilustre prisionero las infidelidades de su amada esposa, detallándole los resultados obtenidos por quienes espiaban para Gómez los comportamientos de sus enemigos exiliados. Ese odio acumulado, ese desamor, ese sacarlo de los negocios fue lo que impulsó a Román Delgado Chalbaud a planificar su invasión y no un acendrado patriotismo que si lo “discurseó” fue para emocionar almas todavía puras como pudo haber sido la de Armando Zuloaga o la de su hijo Carlos.
El libro es largo y en muchos capítulos hasta tedioso. 430 páginas de menuda letra, con abundantes errores gramaticales y ortográficos ¿No es lo mismo? Dignos de un texto entintado en cualquier librería de orilla. Se observa algunos gazapos en los cuales no concuerda el tiempo de la narración con el suceso o la circunstancia; por ejemplo cuando medita en los años 50 sobre su posible viaje a París donde vive su madre “casada desde hace años con el señor Aubín, distinguido escultor francés ganador del premio de Artes en Roma en¡¡¡¡1960!!!.
Pero repito, soy nadie en literatura y casi seguro que la obra del señor Rojas Cabot, es una buena novela. Ha sido inmensamente alabada hasta por el ilustre Simón Alberto Consalvi, eminente hombre con vasta cultura y acertado criterio.

José Hermoso Sierra
Septiembre 2010

EL SALTO ANGEL



En días pasados escribí para el grupo Retrospectiva de la Historia de Venezuela (Facebook) unos comentarios sobre el aventurero Jimmy Ángel y su relación con el gran salto de agua que conocemos como “Salto Ángel”. No es mi intención repetirlo y quien estuviese interesado en leer tan apasionante historia puede ingresar a esa modalidad de comunicación y leer los detalles del mismo. Lo que pretendo en esta ocasión es hacer ver lo apresurado de algunas decisiones que el Presidente Chávez decreta, aparentemente producto de la pasión y no de la razón.
Ocurrió este domingo. Imagino que en su “Aló Presidente”: Decretó, "no más Salto Ángel, ahora será Churún Merú" alegando que era el nombre con el cual los naturales de la zona denominaban la famosa caída de agua. No creo que los conocedores del asunto se carcajeasen irrespetuosamente de tales palabras. Claro, es posible que una tímida sonrisa se produjera en sus labios. ¿Y porqué tan tímida sonrisa? Muy simple: Churun Merú no es el Salto Ángel. Pero que esto no sonroje a nuestro Presidente. Hasta Renny Ottolina se equivocó cuando dio ese nombre a su famoso programa sobre el Salto Ángel. Menos mal que su hija (la del Presidente) María Gabriela le hizo saber sobre la equivocación y se dio a conocer el verdadero nombre indígena del salto: Kerepakupai Merú. Antes de continuar mis comentarios debo aclarar a mis lectores que el Churún Merú también existe, y conocido precisamente con ese nombre. Menos mal que el Presidente fue corregido a tiempo porque nos iba a bajar del primer lugar que ocupa el Salto Ángel con una altura de 908 m. y 807 m. de caída libre, al décimo octavo que ocupa el Churún Merú con unos 400 m, de caída. Y a propósito, después del Salto Ángel, en el ranking mundial que clasifica estos saltos de agua, ostentamos el segundo, tercer, cuarto y sexto lugar con saltos todos ubicados en la región de Canaima.
Tenemos un torbellino de decretos cambia nombres con la pretensión de cambiar la historia. Uno de los más recientes fue el del gobernador de Trujillo quien cambió el nombre de la biblioteca denominada Mario Briceño Iragorry por la del Coronel de la independencia conocido como “el diablo” Briceño. El uso de las atribuciones inherentes al cargo indudablemente le permiten hacer el cambio pero los argumentos que se esgrimieron en el decreto fueron verdaderas metidas de pata. Pero cabe hacerse una pregunta: ¿Cuál decreto “cambia nombres” ha tenido éxito? La actual avenida Presidente Medina de la caòtica Caracas se le sigue conociendo como Avenida Victoria y así inclusive está escrito en la ruta de los transportes de pasajeros. Se mantiene el nombre que se le colocó en honor al triunfo de los aliados en la segunda guerra mundial. Los barrios con nombres de personajes de la denominada “cuarta república” siguen siendo para la gran masa, Raúl Leoni, Doña Menca, Alicia Pietri y como sin dudas hay barrios con el nombre de miembros de este gobierno, así se denominaran “per sécula seculorum”. Una excepción fue el cambio del nombre del “23 de enero” que antes se denominaba “2 de diciembre” pero fue un nombre que no surgió por decreto sino por la voluntad de sus habitantes. Se ha pretendido cambiar el nombre del Pico del Águila en Mérida por el elegante nombre “El Collado del Cóndor”. Me vi obligado, en mi supina ignorancia a consultar el Larrouse para saber que significaba la palabra “collado” pero los sabihondos del cambio como que si ignoran que el cóndor, aunque más famoso que el águila, es un animal que come mortecina. Es una especie de zamuro grande. El águila en contraste, caza sus piezas en elegantes y precisas maniobras además de “no cazar moscas”. El cerro del Ávila, que debe su nombre a quienes fueron los propietarios de la mayor parte de su amplia extensión se le quiere denominar Guaraira Repano pero nadie lo denomina así. Seguirá siendo el Cerro El Avila. Porque si no, al maestro Cabré, conocido como el pintor del Ávila lo vamos a denominar el pintor del Guaraira Repano e Ilan Chester se va a tener que romper el cerebro para cambiar su canción Canto al Avila por Canto al Guaraira Repano. Les copio la letra e intenten el cambio en el coro. Se orinarán de la risa:

Voy de Petare rumbo a la Pastora contemplando la montaña que decora a mi ciudad llevando matices de la buena aurorac on la fauna y con la flora de un antaño sin igual, Y sabe Dios los pintores, las paletas, cuanta pluma del poeta, cuantos ojos encontraron un momento de solaz y digo yo, vas regalándole al día, carga de buena energía, vas haciendo mas humano mi sentir y mi cantar




Coro:
Guaraira Repano . Guaraira Repano
Guaraira, Guaraira Repano ,
Guaraira, Guaraira Repano

Por último una sugerencia: Vamos a quitarle el nombre despectivo de Venezuela (algo similar a mujerzuela) impuesto por un extranjero a nuestro territorio para colocarle el nombre que nuestros indígenas dieron al territorio. Yo lo ignoro. Tal vez el pozo de cerebros del gobierno tenga la repuesta.

La difusión de la magnificencia de el Salto Angel se debe a Ruth Roberson, periodista estadounidense, considerada la primera mujer corresponsal de guerra. El 22/04/1949 lo fotografió desde tierra y en noviembre la prestigiosa National Geographic Magazine presentó el reportaje correspondiente, pudiendo así el mundo enterarse de la existencia y carácterísticas del salto. The Times y Newsweek se hicieron eco de la noticia.

PEDRO PENZINI. El patriarca del trote

El Patriarca del trote

Hoy me enteré de la muerte de Pedro Penzini. El patriarca de los trotadores. Autor del best seller “Correr es Vivir” y de la columna con el mismo nombre que por años se publicó en El Nacional. Guía de muchos, entre ellos yo, que aun cuando nunca fui un trotador, hice numerosos intentos para serlo y todas las mañanas me tomo un colorido rosario de píldoras que entre otras cosas sirven para bajar el colesterol, mejorar la memoria, reforzarme con vitaminas, evitar el riesgo de cáncer y quien sabe cuántas cosas más.. No obstante hago algunos ejercicios matutinos, entre ellos caminar. De un ex compañero de clases, más no de estudios porque nunca estudié, recibí un libro en el cual explica como emular a Matusalén, viviendo unos 300 años. Le expliqué mi “posición” corporal: algo de obesidad, azúcar ligeramente elevada pero sin superar el tope. Colesterol y trigicéridos bajos, antígeno prostático bajo, hipertensión arterial controlada con medicamentos, dieta baja en carbohidratos pero muy rica en proteína, incluyendo chinchurrias, morcillas, chorizos, salchichones y congéneres; un par de la deliciosa cuba libre el sábado y el domingo o alguna sangría industrial. Cuarenta años como fumador de cigarrillos y tras abandonar el vicio por unos 15 años, fumo pipa y alguno que otro tabaco, claro, como se hace: sin aspirar el humo aunque no dudo que igualmente invade mis pulmones. La repuesta de mi ex compañero de clases: Tendrás graves problemas dentro de dos años. Me asusté y comencé a hacer los ejercicios por el recomendados. Según él, el más importante son las sentadillas. Al principio me costaba mucho hacer una serie de tres. En dos o tres meses ya hacía cuatro series de treinta sentadillas cada una. O sea, ciento veinte sentadillas. Al final del último mes me salió otra hernia inguinal. Pero allá en Higuerote vive Beatriz. Beatriz es mi querida suegra –y lo escribo en serio: MI QUERIDA SUEGRA. Si se trata de beber, me supera con creces. Amanece festejando. Se acuesta a las cuatro de la madrugada y a las 7 está haciendo las arepas. De inmediato sale en su automóvil a comprar alguna cosa para el mondongo del mediodía. A eso de las once de la mañana me pregunta si abre el bar y nos engullimos varias frías mientras esperamos el almuerzo. Tras hacerlo, me da una gran modorra y Pa´la camita. Ella no. A conversar por allí, a subir y bajar escaleras para revisar como están las condiciones del edificio o a ver televisión. Creo que nunca en su vida hizo dieta –aunque come poco. Nunca caminó para mejorar su salud ni se metió en un gimnasio. Tampoco toma el pastillero multivitamínico-anticolesterol-mejoramemoria, etc, pero cuando a sus ya ochenta años –los cumple en diciembre- se pone el trajebaño de dos piezas y se va a la piscina, la comparo con las celulíticas bañistas que lucen muy orgullosas sus pistoleras celulíticas y sus glúteos, separados por un ínfimo cordel los cuales nada más apurar el paso tiemblan como decían los viejos igual que gelatina en parihuela y mi suegra todavía tiene jugo y ninguna celulitis.
Y por allá en el cementerio de Valencia está los restos de Otto, quien fue mi patrón y amigo durante años. Compraba un quilo de chicharrón en las chicharroneras de Tejerías y acompañándose con diez hayaquitas se lo raspaba –como él decía- en un santiamén, sentado al borde del cajón de su camioneta para luego, en menos de una hora meterse un pollo asado acompañado de una ración de yuca y 4 hayaquitas en la Encrucijada. Pesaba 160 quilos y ¿saben de que murió? Se cayó cuando tenía como setenta y cinco años y se le rompieron algunas venas internas en la cabeza lo cual le provocó la muerte.
Y allá por Los Teques está Manolo. Una pea diaria. 4 cajas de cigarrillos por día. No pelábamos el cocido gallego en la Tertulia ni tampoco las carnes de El Alazán. Y por allí anda campante. Sin un cabello en la cabeza pero sin cambiar en gran cosa los hábitos. Palo y palo
Por supuesto, no faltará quien argumente que estas personas estarían con mejor salud si hicieran lo que pregonó Penzini o lo que practica mi ex compañero de clases. Es posible. Nadie puede contradecir esta teoría. Pero me imagino que podrían llegar a unos 300 años, cuando ya yo sea fiambre, cuando sus descendientes también lo sean, cuando el mundo esté colapsando, cuando…
Yo creo que caminar es bueno pero hemos llegado a los extremos. A la compulsividad. Al vicio. Salir a trotar así este cayendo una lata de agua; así estén esperando en las esquinas los amigos de lo ajeno, así duelan las rodillas y se deformen los dedos de los pies. Si tengo dinero debe comprarse unos buenos zapatos, un short y una franela evapora-sudor; un cronómetro, un medidor de pulsaciones, un medidor de tensión arterial, una radio portátil y cargado con toda esa parafernalia ir a trotar.
Pero también creo que hay un gran negocio en esto. Vean los canales de TV, especialmente los de cable. Docenas de máquinas para supuestamente mejorar el cuerpo. En diez días usted verá los resultados. De ser un panplote gordiflon y celulítico usted se igualará al modelo de la cuña, con sus cuadritos en el abdomen, sus piernas estilizadas (hasta lo cambeto se le quitará), unos pectorales envidiables y unos formidables bíceps. Si es mujer, se pondrá más buena que comer pescao con las manos. Después se va a un negocio donde venden cosas para la salud y comprará una docena de hierbas, níquel, cromo, selenio, magnesio, hierro, vitaminas de la a a la z, ging seng y zarzaparrilla. Además todas las mañanas se tomará diez vasos de agua para que después en la oficina, de tanto ir al sanitario sus compañeros le dirán que sufre de angurria; se comprará unos discos de música espiritual, unas varitas de olores florales y comprará algunos libros de autoayuda.
¿Vivirá trescientos años? Hummmm, quien sabe. Lo único que puedo decir es que ahora voy a salir a caminar y a hacer ejercicios cuando me de la gana… (y si puedo)

José Hermoso Sierra

EL AÑAGAZADOR

Dedicado a José Aranguren

EL AÑAGAZADOR


La vio saliendo de la misa de diez. La misa por la cual desfilan las mujeres bellas. Las que se dan tiempo para el descanso reparador y para el maquillaje mañanero que con el añadido del embriague afrutado de un liviano perfume hace palpitar el corazón de los aspirantes a compartirlo. Bella pero modesta. Coqueta sin petulancia, Con garbo pero sin desprecio. Trató de abordarla pero perdió tiempo en el asalto. Otro joven se adelantó y… bueno, que puedo hacer. Solo tenía su verbo y su capacidad de añagazar. Esto lo había aprendido de un viejo relancino nativo de su pueblo, Ortiz; que aseguraba haber escrito Casas Muertas y que Miguel Otero se lo había plagiado. Habían sido muchas las horas que el aún niño atendió las consejas de “cuento e´bruja” como se le conocía en el pueblo. Aseguraba que fue torero, gerente de banco, vicepresidente de Belice, corrector de Rómulo Gallegos y amante de una de las mujeres de Juan Vicente Gómez.

El resto de la mañana, toda la tarde y en la noche, hasta amanecer, con un clavo de especie en la boca, José planificaba añagazas para poder abordarla. La joven provenía de una familia muy decente y bien nombrada. La merodeaban pretendientes trabajadores o con buena posición económica y José, nombre de nuestro personaje no reunía las condiciones. Apenas reunía real y medio y cuartillo para poder ir al cine, regalándole el cuartillo al portero para que lo dejara colear y utilizando el real y medio para tomarse una Cola el Polo y cuatro golfiaos de a locha.

Pasó la semana pensando. Lástima que no tenía un diente roto como aquel personaje del cuento, pero uno que otro palillo de dientes que tomaba de las mesas de la Bombonera le servía de sustituto. No se puso en toda la semana la camisa que su mamá le había regalado en diciembre. El pantalón “ruxton” de caqui, con el cual presumía en los arrocitos tampoco se lo puso. Insistió ante su mamá que ambas prendas fuesen almidonadas y planchadas cuidadosamente. Los zapatos del estreno de diciembre los dejó puliditos, utilizando la crema Shinola de su amigo Rubén y alcohol de quemar sacado a escondidas de la lámpara de Reyito. Hasta le echó crema por debajo para que al arrodillarse en el templo se viesen como recién estrenados. Sin que su tío lo notara, le birló la inyectadota y con ella se fue a la casa de Moisés, a quien, pidiéndole permiso para ir al baño, le sacó unos cinco centímetros de colonia Yardley del frasco que siempre dejaba media destapado encima del tanque de la poceta para disfrazar los hedores cuando vaciaba su vientre.

Llegó el domingo. Había dejado una lata de manteca llena con agua en la cual reposaban varias cayenas. Eso -y que ponía el pelo negrito y la piel suavecita-. Con una lata de leche Klim vertía el agua sobre su cuerpo. Un jabón de Reuter, frotado sobre un estropajo, empezó a disolver los bollitos de sucio. Se enjabonó cinco veces el cabello y aprovechando el mismo jabón lo utilizó como pasta de diente, desechando el usual carbón molido para evitar que algún residuo le manchara la dentadura. Con un paño alrededor de la cintura y unos suecos hechos por el mismo con las maderas laterales de una caja donde venían las manzanas y unos pedazos de tripas para cauchos de automóviles, debidamente claveteadas y reforzadas con el anillo que traían los potes de leche, se fue para su cuarto. Cuidó mucho de no arrugar la ropa y menos el filo del pantalón al vestirse. Los calzoncillos estaban rotos pero no era de esperar que en estas circunstancias alguien los notara y mucho menos la razón de sus apremios. Las medias blancas estaban algo curtidas pero tampoco había razón para dejárselas ver porque en la penumbra del templo, donde el asunto era posible, podrían pasar como de color beige. Eso si; se echo talco Sonrisa en los pies. En un frasquito donde envasaban la penicilina había vertido la colonia Yardley, ya que, para que no se desvaneciese el aroma, la usaría antes de abordar la razón de su dulce incordio. José buscó a su madre para despedirse. Al no encontrarla, la supuso en misa y aprovechó su ausencia para llevarse un pañuelo Pirámide que amorosamente era atesorado en una de las gavetas de la peinadora. Podría presentarse la ocasión de utilizarlo si algo se derramaba sobre la mujer anhelada.

Caminando sin doblar las rodillas para no arrugar el pantalón llegó a la iglesia. Subir los escalones fue un proceso pero lo logró sin llamar la atención. Durante la ceremonia nada llamó su atención. Su pensamiento estaba en la forma de hacer el abordaje. Bueno; nada realmente no. Estaba sentado en una de las filas centrales del templo y en sus proximidades estaba Doña Estilita, la beata más acreditada del pueblo, viuda de quien había sido jefe civil. Gozaba el privilegio, a la usanza colonial, de utilizar un reclinatorio personal, Este, bastante angosto para las dimensiones de la beata, solo permitía el reposo de un octavo de sus abundantes glúteos. José notaba que con mucha discreción Doña Estilita levantaba eventualmente la parte sobrante de uno u otro glúteo para dejar escapar sus pestilencias íntimas, las cuales José trataba de ventilar ante el temor de ser contaminado por tal hedor. Lo sorprendió el momento de la comunión y para arrodillarse torció la pierna de sus pantalones para no hacer sufrir los filos de los mismos. Ni siquiera esperó el final de la misa. Sacó de un bolsillo el frasquito de penicilina lleno de colonia, vació el contenido en sus manos y lo esparció por su rostro, brazos y parte frontal de la camisa, secando el remanente con el pañuelo. Comenzó a caminar animadamente al lado de la bella joven pero su frustración fue indescriptible. Ni siquiera una mirada que le hubiese permitido un saludo. Quien hubiese deseado José que fuese su suegra, fue abordada por un joven muy bien vestido que les señaló un elegante automóvil Mercedes Benz de color negro hacia el cual se dirigieron para partir hacia destino desconocido.

Lloró José de rabia y desencanto. Lloró de dolor y desesperanza. Decidió emborracharse pero ¿Con qué? Ahhh, Isabel siempre dejaba fermentar las conchas de piña para hacer un sabroso guarapo que provocaba un ligero mareo a quien lo tomaba. Tras dejarlo reposar en unas ollas de barro para que fermentara, llenaba unas garrafas denominadas damajuanas en las cuales se envasaba un mal vino hecho por San Juan de los Morros. La pea se desarrolló debajo de una mata de guayaba en la vieja hacienda Los Nísperos. José se había llevado un radiecito de transistores en el cual había sintonizado el programa La Tarde del despecho. Olimpo Cárdenas, José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez, Lila Morillo, Lola Beltrán…

Ando volando bajo,
mi amor está por los suelos
y tú tan alto, tan alto
mirando mis desconsuelos
sabiendo que soy un hombre
que está muy lejos del cielo.
Ando volando bajo,
no'mas porque no me quieres
y estoy clavado contigo
teniendo tantos placeres
me gusta seguir tus pasos
habiendo tantas mujeres.
Tú y las nubes me traen muy loco,
tú y las nubes me van a matar,
yo pa'arriba volteo muy poco
tu pa'bajo no sabes mirar.
Árbol de la esperanza
que vives solo en el campo,
tú dime si no la olvido...



Deliraba José. Creía estar en el barcito de Julián y hablaba solo:

-Juliancito…tráeme otra cerveza. Si, tercio polar y toma otro bolivita. Márcame esa canción de Julio Jaramillo que dice mi muchachita. No vale, la cerveza te la pago con las otras cuando me vaya. Miiira Juliancito, marca la canción cinco veces. Si vale, cinco veces…


Vencido con el alma amargadaSin esperanzas hastiado de la vidaSolloza en un rincón el pobre PayadorSin hallar consuelo a su dolor.Colgada de un clavo la guitarraEn un rincón la tiene abandonadaDe su sonido ya no le importa nadaTendido en una cama no hace más que llorar.En alguna ocasión alguien le oyó esta canción.Mi muchachita no seas cruelVuelve de nuevo quiero verte otra vezSi supieras las veces que he soñadoQue de nuevo te tenía a mi ladoMi muchachita no me dejes morirVuelve de nuevo que no quiero vivirMi muchachita no me dejesQue me mata poco a poco tu desdén




Y por ahí se iba como que si de quien estaba enamorado no fuese una inocente mujer, recién salida de la adolescencia. Como pudo se puso de pié. No había comido en todo el día y no podía vomitar pero a cado rato sentía nauseas. Caminaba en zigzag con un intenso dolor de cabeza y un lagrimeo intermitente. El flamante pantalón orinado y arrugado. La camisa mal abotonada y amarrada a la cintura. Y para rematar, cuando ya estaba llegando a su casa, una jauría de perros realengos le persiguió con saña y tuvo que refugiarse en la cochinera del viejo Lucindo, donde las excretas porcinas le llenaron los zapatos –por dentro y por fuera- de viscosas, malolientes y nauseabundas sustancias. Al fin llegó a su casa pero no se atrevió a dormir en la cama. Ni siquiera en el cuarto. Lo hizo debajo de la mata de tamarindo y amaneció acatarrado.

Tenía que buscar una solución. No quería comer y agua solo bebía en pequeños sorbos. La respiración entrecortada y suspiros continuos emitía, sentado solitario debajo de un cotoperí donde vivían varias iguanas y nadie se sentaba allí para no ser víctima de las defecaciones iguaneras. Pero a José nada le importaba. Cagado por las iguanas y los pájaros, arrastrando la cobija y ensuciando el apellido se iba cabizbajo a su casa para que después de tenderse en la cama transcurrieran horas de insomnio. Ya lo apodaban “perro flaco”. Había abandonado el baño cotidiano y como casi no ingería alimento, ni siquiera utilizaba la sala sanitaria para hacer sus necesidades primarias. La solución sería ponerse a trabajar duro pero ¡¡¡carajo!!! Eso es un castigo terrible. Pero ni modo. Más pudo el amor.

Tempranito se paró en la Encrucijada de Turmero. En el camioncito del isleño Ventura, que iba para el llano a comprar cochinos, aprovechó la cola y se quedó en Ortiz. Cargaba solo un bolívar. Se dirigió a la bodega de Magín y pidió un guayoyo de a locha y dos bizcochos de manteca. Total, un medio. Le quedaba un real y medio y tal vez con ese capital podría comprase una pava y que la pava tuviese pavitos, Luego la cabra y los cabritos, los pollos y los pollitos. En fin, ser rico… rico como Guacharaco, que no sabía ni la O por lo redondo pero tenía ganao´ pa´regalá, haciendas sembradas de maíz y topocho; por Valle de la Pascua un montón de hectáreas sembradas de sorgo y en Calabozo algunos arrozales. Aparte de eso “jembreaba” y tenía hijos regaos por medio Guárico.

Tomó la decisión. Voy a hablar con Guacharaco. No joda, yo soy bachiller, cotorro, blanco, nieto de millonario y bueno, hasta buen mozo. Si Guacharaco pudo, yo más rápido.

Guacharaco tenía su platica pero menos de lo que alardeaba. Unas sesenta vacas, un pequeño topochal y dos o tres hectáreas de maíz. Es verdad que no sabía leer pero con la lengua era un dechado. Una lanza como le decían por el llano. Y para decir embustes, superaba en falsedades a un peso de buhonero. Decía haber sido criado por Juan Vicente Gómez y como testigo mencionaba a Moisés el de Turmero, quien le apoyaba la mentira porque le servía de sostén a la suya, consistente en haber sido ahijado de Gómez. Buena paga y cordial. Siempre presto a ayudar al prójimo. Vestía muy sencillo. Unas alpargatas de suela, un pantalón de dril o crehuela a media pierna y una franela manga larga, enrollada a medio brazo. Completaba el atuendo con un sombrero de paja, raído y bastante manchado. No pelaba un joropo y si se emborrachaba, regalaba una ternera.


Guacharaco lo recibió enchinchorrao y en calzoncillos. Decía que le picaban las patas y que seguro eran niguas y sabañones mezclados. Para aliviarse la molestia pasaba las cabulleras del chinchorro entre los dedos de sus pies. Una pellada de tabaco le abultaba los carrillos y de vez en cuando lanzaba por el espacio faltante del colmillo un escupitajo, tratando de acertar alguna mosca que estuviese por el piso. Algunas veces la alcanzaba en el aire, cual misil boca-aire pero no faltaban las ocasiones en las cuales algún golpe de viento devolvía el asqueroso salivazo y bañaba a sus interlocutores, quienes para congraciarse solo sonreían.

-Gua y que le trae por aquí muchacho

-Bueno, naaa señor Guacharaco

-Y si es naaa, pa´ que vino

-Bueno, déjeme explicarle

Y a continuación le echó todo el cuento

-Mire muchacho. A toa mujé le gusta que le metan embuste. Ellas dicen que quieren sabe la verdá pero mejó metéles un embuste. Y con un embuste yo le voy a resolvé el embrollo. Tráigase unos tres mil bolívares y usté va a quedá como un rey.

Guacharaco era hombre de palabra y cuando prometía cumplía. José cargó sacos de papas ayudando al isleño Julián en el mercado de Maracay, lavó carros, trabajó de colector en una línea de autobuses que viajaba para San Fernando de Apure y hasta dicen los deslenguados que se chuleó una vieja de Camaguán. Pero en menos de quince días, reunió los tres mil bolívares y hasta un poquito más por si acaso un imprevisto.

No terminó su ruta como colector. Se bajó del autobús en Ortiz y presuroso se fue a la hacienda de Guacharaco. Este recibió el dinero y sonriendo le dijo:

-Mire José: Dígale a los padres de la muchacha, oiga bien, a los padres de la muchacha que va a hacé una fiesta en su finca y que quiere que asistan. Llévese estos cien bolívares y cuando to esté cuadrao habla con Dionisio, el que vive en Cagua. El se acaba de comprá un Malibú. Contrátelo para que le haga el viaje hasta acá pero le dice que le quite el aviso de libre al carro. Y le dice también que va a hacé igualito a como hizo con Pascualito, el hijo de Nemesio. El sabe como es la vaina…

A volver a lavar la ropita que ensució cuando fue a la iglesia esperanzado para abordar a la doncella. Bien vestidito se hizo presente José en la casa de su divino tormento. La boca seca. Las palmas de las manos sudorosas y las rodillas, como para hacer verso, también temblorosas. Pero José era audaz y carraspeando pidió permiso para pasar.

-Doña Victoria…espero no molestarla pero quiero que me haga un honor junto a su familia. Tengo una finquita en Ortiz y voy a hacer una fiestecita. Va a haber una ternera y un joropito y no quiero que usted se lo pierda. No se preocupe. La llevo y la traigo y de verdad no se preocupe porque voy a buscar un hombre para que me maneje…

-Muchacho ¿Y tu tienes carro? ¿Y finca? ¿Y desde cuando?

Si Doña Victoria. Lo que pasa que lo tengo que tener calladito. Usted sabe que yo no soy amigo de vicios y cuando la gente sabe que uno tiene sus realitos lo buscan para parrandear. Y esos no son amigos. Esos no son más que unos borrachos.

-¿Y para cuando es eso?

-Bueno, para el domingo que viene pero si usted no puede ese día yo paso la fiesta para otro día.

-Está bien José. Te aviso mañana

Doña Victoria, que no tenía un pelo de tonta se ocupó de averiguar por el pueblo pero poca información pudo obtener. Solo que José era hijo de un médico y nieto de un millonario pero nada concreto.

-Hummm –decía para sus adentros- Este muchacho como que se trae algo entre manos. Casi nunca lo veo y ahora se sale con eso. ¿No será que le gusta mi muchacha? Bueno, no es mala idea. Ya está en edad de casarse y aunque no le gusta mucho el monte, se puede quedar aquí mientras ese muchacho trabaja en su finca.

Al día siguiente, al ser visitada por José, sin dejarlo pasar y desde la ventana le dijo que aceptaba la invitación. Convinieron en que la pasaría buscando a la salida de la misa de diez.

Con el corazón en la boca, esperando que Dionisio no tuviese compromisos, se fue a Cagua para contratarlo. Todo quedó convenido. Desde allí se montó en un autobús y llegó a Ortiz para cuadrar con Guacharaco.

Llegó el día convenido. José, parado a la puerta de la iglesia estaba como palo de gallinero.

-¿Y si Dionisio no viene? ¿Y si la muchacha no quiere ir y me tengo que ir con la vieja? Coño ¿Y si se vuelve a aparecer el tipo del Mercedes?

Comenzó a salir la gente de la misa. Y en ese momento Dionisio llegó estacionándose al frente de la iglesia. El Malibú limpiecito, sin el aviso y Dionisio vestido todo de caqui con una corbata negra. Se acercó a José y con el dedo del medio y el pulgar, guiñando al mismo tiempo un ojo, sonrió. Al fin salió doña Victoria acompañando a su capullo. José se acercó a ellas. Les señaló el automóvil y ambas sonrientes y complacidas se acercaron mientras Dionisio les abría la puerta trasera. José se sentó adelante. El trato de Dionisio para con él era casi servil. Le trataba de patrón, de “mi jefe”. En fin; pura sumisión.

Cuando llegaron a Ortiz se desviaron para dirigirse a la finca de Guacharaco. José se quedó boquiabierto. Hasta bambalinas habían colgado. Un par de barriles llenos de cerveza, y una buena cantidad de invitados. En un pequeño caney había un grupo de músicos y cerca del sitio, un negro preparaba el asadero. Muy próximo, sobre topias, en unas latas de manteca vacías que servían de ollas, sancochaban yucas y topochos. Nada más entrar José la gente lo rodeó, lo saludó y el zamarro Guacharaco se acercó sonriente y le dijo:

-Tooo listo patroncito. Como uste lo pidió y tan bellas damas se lo merecen…y es que a usté que le gusta cantá debería cantá aquella canción que decía y guena que está la mae y guena que está la hija…

-Respete Guacharaco ¿Dónde cree usted que está? Respete a las damas. Y José, ya dueño de la situación continuó regañando a Guacharaco y luego, saludando a los presentes se convirtió en el centro de la atención. Dio un par de vueltas y entre asombro y risas se acercó a Guacharaco para agradecerle la ayuda.

-Gua, y toavía farta… Y mire, la doñita toavía la buenamoza. Vamos hasta allá pa decile argo

-Cuidado Guacharaco con una vaina

-No Joseito. Quédese tranquilo y acercándose a las mujeres que descansaban en un par de poltronas les pidió que le acompañaran para hacer una escogencia.

-Doña Victoria ¿Puede acompañarme al corral? Si la señorita lo desea puede venir.

Como es de esperar, nada de olor a mastranto ni los pajaritos cantando. Un sol que como escribió Andrés Eloy, tuesta blancos y suda negros y aparte de eso, un mosquero. Doña Victoria y su hija no encontraban donde pisar porque todo era excremento.

-Doña Victoria –le dijo Guacharaco- Escoja el animal que usted desee para ponerlo a asar.

-Ay nooooo, ¡Que horror! Yo no quiero ser verduga.

-Y la niña, no quisiera….

-Ayyyy no señor Chaguaramo….eso es pecado

-No mi niña, Chaguaramo no, Guacharaco y para sus adentro se dijo: Hummmm, pecado mata la ternerita pero jartásela si es güeno…

-Ayyyy disculpe señor Guacharaco. Yo no, pobrecitos esos animalitos, véale los ojos, parecen que fueran a llorar….ayyy no, yo no hago eso.

Guacharaco ya había previsto esa reacción. Las llevó para el caney y volviendo a un galponcito cercano, destapó un becerro flaco, ya sacrificado y casi en el hueso que tenía tapado con unos sacos de coleto. Echándoselo al hombro lo llevó a la candela.

Ya José tenía entre pecho y espalda unas cuantas cervezas y poco acostumbrado al licor, estaba muy animado. El arpista afinaba su instrumento y José pegó un grito pidiendo música y muy emotivo declamó La Negra del Maraquero.

Marcelino el Maraquero se estremece en el chis-chas
y su negra Casimira sólo baila que cara',
con cualquiera que la saque
como a corcho 'e limoná

Finalizó entre aclamaciones y se hizo presente un muchachón de nombre Reinaldo Armas. Y que era de Valle de la Pascua y estaba cantando en joropitos de fin de semana. Pidió un tono y dirigiéndose a José le dijo:

-Don José: Me voy a permitir interpretar una de sus tantas composiciones, ¿Porque no me acompaña con el cuatro?

Y José se preguntó -¿Cuál composición no joda?

Pero no lo dudó. Sabía tocar el cuatro y en el camino se enderezarían las cargas. Tras arrancar el arpista, se fajó con el cuatro mientras Reinaldo se ocupaba del canto…

Así transcurrió la tarde. Ya anocheciendo Doña Victoria, henchida de placer y muy halagada se acercó a José manifestándole su agradecimiento y su cansancio. Le pidió regresar…

Por el camino, José le echó una agarradita de mano a Nélida y hoy, cuando esto escribo, ya tienen más de 30 años casados…

Yo creo que ella siempre supo que José no tenía ninguna parcela.

José Hermoso Sierra

Bruno Grazziani, el pintor de los caminos

EL PINTOR DE LOS CAMINOS


Yo no he visto a Linda...vengo a decirle adiós a los muchachos porque pronto me iré para la guerra... La voz era la de Daniel Santos, cuyas despechadas canciones se desgranaban en la rockola Wurlitzer del Bar La Cita ubicado en la esquina de Santa Rosalía en la hoy inhóspita Caracas. Pero no era solo la voz sino la presencia del inquieto anacobero que disfrutaba embriagantes tragos y embelesaba a los presentes con sus innumerables anécdotas. Una de las paredes del bar estaba decorada con la figura de la nave lusitana Santa María y el autor era un casi cuarentón isleño con nombres de italiano que embelesado oía las cuitas del cantante. Finalizada la noche solo quedaban los dueños, Daniel y el novel pintor. Supo así el cantante quien era el autor de la pintura del barco portugués y su consejo final fue: “chico, deja de estar pendejeando por allí y dedícate a pintar”... Corría el año 1960.

Bruno Grazianni nació el 12 de agosto de 1923 en las Palmas de Tenerife. Sus padres eran italianos. Ella de Venecia; el de Laverna. Su presencia en Venezuela fue el producto del natural despistaje de los artistas. Pretendía ir al país natal de sus padres pero se equivocó: el barco iba para Venezuela. Llegó a nuestro país en 1947. Pasábamos de la ignorancia a la luz. Años de cruentas dictaduras nos mantenía en un estado de inconsciencia ¿ Realmente estaremos conscientes en la actualidad ?. Había que comer. Sin vocación agrícola o mercantil la imaginación fue la artífice de una idea: Recorrer los colegios y fotografiar a los estudiantes con un mapa de Venezuela como fondo. Fueron miles las fotografías y son muchos los caraqueños con más de 50 años que conservan una foto de esas entre sus recuerdos. Una incursión fotográfica a la urbanización 23 de Enero le hizo hacer caso al consejo de Daniel Santos: lo atracaron y le robaron la cámara de fotografía.

No hay ciudad de Venezuela ni negocio de carretera que no fue decorado por Grazianni. Cientos de mis comidas en mi constante deambular por el país fueron acompañados por una playa poblada de cocoteros; una marina con fuerte oleaje o un bucólico paisaje de casitas en la campiña sin el incomodo picar de los zancudos siempre presentes en los ambientes que servían de modelo. Grazianni no sabe cuantos cuadros ha pintado. Se ha servido siempre para ejecutar sus obras de brochas y pinturas para uso doméstico. Sapolín. Pinco Pittsburg y Montana, comprada por galones han substituido los delicados tonos de los cuales se sirven otros artistas. Recuerda cerca de 15 exposiciones citando entre ellas las de la Casa España en el Tigre, Hogar Hispano Venezolano en Valencia, Concejo Municipal de Caracas, Hogar Canario de Caracas, Hermandad Gallega con motivo de la visita del Rey Juan Carlos de España, Galería Agua Fuerte y otras más no recordadas. Dos cuadros son posesión del Presidente Chávez: Un Samán y la Entrada de Bolívar a Santa Ana de Trujillo. Fidel Castro posee un Araguaney. Caldera exhibe en su quinta Tinajero un paisaje de la Laguna de Sinamaica. Jovito Villalba también obtuvo otra de sus obras. Carlos Andrés Pérez y curiosamente Cassius Clay también cuenta con obras de Grazianni.

Bruno habitaba desde hace muchos años en nuestro municipio. Estába casado con la caraqueña Esperanza Guillén a quien con cariño apoda Maita. Con ella procreó a Iván y ya disfruta de Cristy, una nieta quinceañera.

Lo que yo en mis viajes creía que era el producto de un grupo de artistas que se asentaban en cada una de los estados venezolanos, y que al igual que escritores de novelas rosa habían conformado un pool, no era más que la obra de un nómada pintor.

José Hermoso Sierra

EL GORDO DE MARACAIBO

cuento que no es cuento---

El día viernes al fin recibí el nombramiento anhelado: Espía. Mi ingreso a la multinacional harinera había ocurrido una década atrás. Sometido a un intenso entrenamiento mis superiores me consideraban capacitado para las misiones necesarias en las programaciones de producción y ventas.

Mi visita a Pepe Ganga permitió proveerme del atuendo acorde a la categoría de un 007. Pequeños detalles marcaban las diferencias pero en mi opinión solo un ojo altamente entrenado sería capaz de detectarlo. Sandalias plásticas (imitación cuero) diseñadas y confeccionadas por el Maestro Mario Linguini; vistosa camisa “Pedro Zapata” cien por cien poliéster; bermudas “Gonzalo Cordero” y un par de calzoncillos media pierna, setenta y cinco por ciento nylon y el restante veinticinco por ciento en polyamida.

Una llamada telefónica fijó la fecha de mi iniciación. Debí acudir a las oficinas de la empresa para tener conocimiento de mi misión. Empaltozado, cubierto con un pequeño sombrero de fieltro, lentes obscuros y simulando una gran gripe, un pañuelo contribuía más a ocultar mi rostro.

Tras un gran escritorio; sin un papel ni objeto alguno a excepción de un gran cenicero repleto de colillas de cigarrillo y un galón de escocés del cual solo quedaban restos se escudaba mi supervisor. Un gran ventanal a sus espaldas impedía ver sus facciones. No obstante una pronunciada nariz y grandes ojos le daban semejanza a un viejo buho. Precisas y rápidas fueron sus instrucciones. Destino: El lunes en Maracaibo. Misión: Detectar el porcentaje de aserrín que la Fábrica de Pastas Lamini agregaba a sus espaguetis. Nuestra competencia se vanagloriaba sobre la calidad de su harina. Los cabezones de la empresa para la cual trabajaba preferían atribuirlo a algún ingrediente secreto que agregaba el pastificio. Era mejor eso a tener que admitir que realmente no servían para nada.

El viaje fue accidentado. Transitar por caminos vecinales, tormentosos ríos e intrincadas veredas dificultaban el avance. Al fin al llegar a Capatárida pude contactar a un viejo piloto que en su ultraliviano me llevó a Maracaibo. Bueno... a su cielo; desde donde me lancé en paracaídas, aterrizando en el techo del Hotel Cristó (si, con acento en la ó). Fui “recepcionado” por Anita, bella estudiante de periodismo provista de adorables senos. Sin preámbulos me advirtió: Cualquier dama que pretenda acompañarlo debe estar provista de la documentación que le acredite como su legítima esposa. Están prohibidas las visitas de hombres. No se puede meter comida de contrabando. Solo debe bañarse con el jabón provisto por el hotel. Prohibido orinarse en la piscina. Para el uso del ascensor debe esperar que su capacidad de transporte esté cubierta, etc, etc. Pretensiones de Waldorf Astoria para casi una pensión.

Tal como me habían enseñado planifiqué mi estrategia. Anita la recepcionista podría ayudarme. Con mi indumentaria 007 me dirigí a la piscina. Tras unos chapuzones compré un par de torontos que obsequié a quien sería mi cómplice. Sin dudas estaba conquistada. Una breve llamada y una discreta pregunta me dieron una pista: A pocos metros, en la Avenida Cecilio Acosta había una venta de libros usados propiedad de un gordo. Su padre era un alto ejecutivo de Pastas Lamini. El gordo, de origen ítalo colombiano era todo un personaje. Amplia cultura. Profundos conocimientos sobre casi cualquier vaina y un círculo de amigos totalmente fuera de lo común. Debía prepararme rápidamente. Con apresurados pasos adquirí en la Librería Cosa Verde un Almanaque Mundial. Los cien mejores libros, los cien más altos montes, los cien grandes edificios, las siete maravillas del mundo. En fin un caudal de sólidos conocimientos que me permitiría la infiltración en tan selecta claque cultural. Con una vieja pipa sin encender colgando displicentemente (de mis labios, claro) ingresé a la librería. Rumas de Selecciones del Digest. Rumas de Almanaques Mundiales. Rumas de Vanidades y de Buen Hogar. A los lados serios libracos de extraños autores. No estaban Corìn Tellado, Marcial La Fuente Estefanía ni siquiera el clásico de mi paradigma: Iang Fleming. Algo me sonaba de mi lectura del Almanaque Mundial: Borges, Sthendal, Virgilio, Diego Armando Maradonna, Marx. Los entreabrí. Quien iba a comprar esas cosas que no tenían ni siquiera un dibujito... Una agradable señora atendía la clientela. Le pregunté por algo extravagante: Las profecías de la Gran Pirámide. No las tenía. Me explicó que en el transcurso del día se habían vendido más de setenta ejemplares. Quienes los compran y los leen, nada màs que empiezan a desarrollar su inteligencia se niegan a tener basura en su casa y con rapidez las venden por lo que les den. -Pero no se preocupe “mi don” que dentro de poco viene mi hijo y lo más probable debe haber recogido otros ejemplares que tendrá usted disponible - . La librería era una mezcla de museo, basurero, librería, bar de mala muerte orlado por inhóspito hedor. Este no provenía de las flatulencias emanadas por los visitantes sino de algunos libros adquiridos en una vieja librería propiedad de un ruso que estaba en las proximidades de la Plaza Baralt, librería que servía también como hospicio de gatos hambrientos y ratas huidizas. Continuaba mi exploración cuando una voz chillona y petulante me sacó de mi abstracción. A unísono, entre los clientes y asistentes presentes se escucho un murmullo de admiración: el gordo...

Un desajustado y muy gastado jean; una camisa de cuadros bañada en sudor, una auténtica correa negra de hilo con hebilla de cobre proveniente de un GESTAPO asesinado en los puertos de Altagracia y unos zapatos deportivos (tennis o gomas) de color indefinido. Cabello rubio. Barba de igual tono y unos misteriosos anteojos Ray Ban que impedía definir su mirada. Fuimos presentados por la amable señora y realmente me cayó bien el tipo. -¿ Que desea? . Estoy a sus órdenes... – Bueno, mire, este, sabe. Bueno en fin quisiera un ejemplar de Las Profecías de La Gran Pirámide de un tal... –Ya sé coño; de Benavides. Tómelo. Se lo regalo. ¿Podría ayudarlo en algo más?. Si, mire, este, usted sabe donde queda algún restaurant que haga comida italiana que utilice alguna pasta fabricada aquí en Maracaibo y que sea buena... Mi sutil e inteligente interrogatorio rindió su fruto: -No hay mejor pasta que la que hago yo y en segundo lugar la que fabrican donde trabaja mi padre: Fábrica de Pastas Lamini - Modesto el gordo...
En la noche pude conocer al padre del gordo. Sus profundos conocimientos sobre el negocio de la pasta me dejaron boquiabierto. El secreto de la calidad de la pasta que elaboraban: No utilizar harina. Lo simple de la misión me dejó boquiabierto. La buena vida que me estaba dando en el hotel, unos condimentados chorizos que el gordo vendía en la noche y las bondades del clima me inclinaban a salpimentar mi misión y no dar a conocer los resultados de inmediato:
La librería era un centro de reunión que cada día era más famoso. Acudía un simpático yoga, experto en matemáticas al cual el gordo denominaba cariñosamente “enano”. Una de sus demostraciones favoritas era tomar una venda perteneciente a una momia –solo había la venda- que el gordo tenía entre sus colecciones y tragársela para limpiarse el tracto digestivo. Un par de horas mas tarde se bajaba los pantalones y con pasmosa lentitud la extraía de su ano. Un fotógrafo excéntrico y un experto en cine expresaban sin medidas sus conocimientos. Un cojo, publicista que se vanagloriaba de tener su extremidad cortada equiparable a su miembro sexual. Completaba el cuadro un beattlemaníaco, algunos hippies trasnochados, dos pintores y un enjambre de correveidiles entre los cuales destacaba un aspirante a periodista y un experto en armas utilizadas por la OTAN.
Los días transcurrían en diversos jolgorios que se iniciaban a las ocho de la noche.. Consumíamos cerveza hasta el amanecer. El gordo compraba unas bolsas inmensas de chicharrones picantes los cuales consumíamos con deleite. El local no tenía sanitario. Orinábamos en bolsas plásticas las cuales, con un fuerte movimiento centrífugo las lanzábamos al medio de la calle.
El gordo abría tarde el negocio. El cansancio se reflejaba en su rostro. Trataba de dormitar pero su pénfigo gluteal le impedía un descanso satisfactorio. Maldecía constantemente y una de sus aficiones predilectas era disparar perdigones a una imagen de San Benito. Irreverente absoluto y ateo consumado eran sus principales características. Llegó inclusive a comprar hostias para con ellas hacer emparedados de salchichón, anchoas y morcilla o nos hacía orinar en un envase vacío de pinesol para luego trasegar a un envase más pequeño la mezcla de orines y con ese menjurge amanecer en las iglesias de la ciudad y verterlo en las pilas de agua bendita. Se moría de la risa cuando algún devoto recogía un poco de la santa agua para mezclarla con agua potable y beberse una copita diaria que supuestamente le curaría algún mal.
Una llamada al hotel acabó con mis devaneos. Una nueva misión me esperaba. Fui trasladado a Carúpano para iniciar una misión secreta en la cual inculcaría a los peces de la fosa de Cariaco una nueva afición alimenticia. El objetivo era impulsar la venta de nuestros productos al incluir un nuevo sector de clientes: Los peces.
Más de tres años transcurrieron. Sorpresivamente fui nuevamente trasladado a Maracaibo. Había que prolongar la misión al lago para así incrementar nuestra clientela pero hacia un nuevo status: Peces de agua dulce.

Jopsé Hermoso Sierra

Un viaje por Falcón en los años 50

UN VIAJE POR FALCON EN LOS AÑOS 50

Corría el año de 1952. Con apenas siete años mi interés era solo jugar. Nacido en Caracas pero hijo de falconianos, sentía cercano el calor de esa tierra pero mi imaginación infantil la ubicaba en los confines del mundo. Mi padre, José Angel nació en La Vela y en Borojó mi madre. Ambos demostraban una permanente alegría, conformes con las pocas cosas que hasta el momento habían logrado. Una humilde casa y una modesta jubilación, otorgada a papá tras treinta años de servicio como telegrafista. Recuerdo a mi madre cantar viejas composiciones venezolanas mientras hacía sus oficios domésticos o se dedicaba con afán a cuidar el pequeño jardín que adornaba la entrada de nuestra casa. Pero en ella la alegría no era completa. Había un eterno ahh mundo... con el que expresaba largos años sin saber algo de sus hermanos. Habían quedado huérfanos de madre. Una nueva esposa para su padre que resultó intolerante con los hijos del primer matrimonio fue la razón para que, como cosas sin valor, fueran repartidos entre amistades. No podían esperar un trato privilegiado. Servir a los anfitriones era el destino. Soportar abusos y desmanes. Vivir conformes...
Un telegrafista era un hombre importante. En cualquier pueblo su autoridad solo estaba por debajo de la del Jefe Civil y la del cura. A caballo llegó José Angel a Borojó y a caballo, con Carolina en la grupa abandonó el pueblo. Severiano Piña, padrino de la aún adolescente les ubicó en Capatárida. No pudo hacer nada. Ya los amantes eran esposos...
Mantener una posición en la época era difícil. Lograr ser telegrafista con permanencia en una ciudad significaba ser incondicional con el jefe. Ser gomecista. Mi padre no reunía esas condiciones. En los términos coloquiales falconianos era el gallo pelón de la familia. Una especie de Juan Charrasqueado. Peleón, parrandero, jugador y bebedor. Guitarrista y cantante. Mago. Prestidigitador. Media Venezuela la recorrió en su trabajo de telegrafista. Tucupita, Calabozo, El Consejo, Macanilla... Era época de pequeños alzamientos y había que cargar los equipos en el hombro para evitar que los hombres de la revolución se apoderaran del telégrafo. Mas nunca regresaron a Borojó. La familia se disgregó y no pudo reunirse.
Había para la época un famoso noticiario radial. Panorama Universal era su nombre. Con el estilo del momento se radiaban grandes y pequeñas noticias. Mi madre oía las emisiones matutinas y vespertinas. Era un sábado en la mañana. Mi padre acostumbraba dictarme trozos de textos para después, con su dedicado amor hacia el hijo único, hacerme las necesarias correcciones. Sorprendidos quedamos ante los gritos de mi madre. Una breve noticia en el noticiario daba cuenta del nombramiento de Severiano Piña como Juez de Borojó. Él debía tener noticias de la familia desunida... Un rápido telegrama a Borojó obtuvo la rápida repuesta de Severiano. Si sabía donde estaba Mercedita, la hermana de mi madre. Vivía a corta distancia de Borojó, en las afueras de San José de Seque. Con premura se iniciaron los arreglos para el viaje. Intercambio de cartas... compra de regalitos y no más ah mundo... Pronto estaríamos allí.
Afirmaba mi padre que ni a tiros se montaba en un avión pero para complacer a mi madre nos envió por ese medio de transporte a Coro. El se fue por tierra. Un DC3 en algo así como una hora nos puso en Coro. Allí conocí mi poca familia paterna que aun vivía. Luis Hermoso Galán. Su madre Juanita. Las Hernandez. Tana... Pero se presentaba un problema: ¿Cómo llegar a San José de Seque?. No existían carreteras. Apenas hasta Sabaneta existía una vía engranzonada. De allí en adelante solo picas de tierra. Para remate, estabamos en época de lluvias y las vías eran prácticamente intransitables. La solución fue el diario La Mañana. Estaba recién fundado, llenando un vacío en la información falconiana. El analfabetismo reinaba en el estado y no podía ser optimista el heroico fundador del tabloide en cuanto a lograr un gran tiraje. Simple vocación de servicio. Pero la ambición era lograr una circulación en todo el estado y fue esa ambición la que permitió culminar nuestros anhelos. La Mañana era enviada a los pueblos del occidente de Falcón, dos veces a la semana en un vehículo híbrido, mitad autobús y mitad camión que recorría los intrincados caminos para cumplir su cometido, además de repartir algo de correo, ciertas mercancías y trasladar un limitado número de pasajeros. Muy de madrugada, al frente de las oficinas de La Mañana lo abordamos. Su conductor era el señor Luna. Honor a su memoria. Era una especie de caballero que en lugar del caballo conducía un automotor. Decente y servicial. No limitaba su labor al simple manejar. Procuraba en lo inhóspito del medio, lo mejor para sus pasajeros. Sin que fuese su obligación llevaba una provisión de agua potable y sin interés alguno nos conducía a los mejores sitios donde satisfacer nuestras necesidades alimenticias. Amaneciendo llegamos a Sabaneta. Y allí comenzó mi aventura que se hizo inolvidable. Lo que hoy día es apenas un hilillo de agua, fue el primer obstáculo. Creo que era el río Pecaya o el Mitare quien impedía el paso. Unos arreos de bestias y un par de camiones esperaban que bajara su caudal para cruzarlo. Río revuelto ganancia de pescadores y a su orilla algunos habitantes de la zona habían instalado sus restaurantes ambulantes. Arepas peladas –no habían otras- queso de cabra, chivo en varias formas, marrano, desplegaban el aroma de sus sazones e invitaban a una verdadero orgía gastronómica. Así lo hicimos durante las siete u ocho horas de tardó la espera. Existían - hoy oficio desaparecido- los prácticos. Se denominaban así a unos personajes que cuando el río rebajaba su caudal guiaban a las bestias y vehículos por los sitios que con mayor facilidad permitieran cruzar el río. Con esa ayuda continuamos nuestra travesía. Urumaco, Zazárida y Capatàrida, nombres con sabor a indio, fueron nuestros lugares de paso. Se entregaba La Mañana que aunque con un par de dias de atraso era ávidamente solicitada. Reparto de encomiendas. El jefe de correos recibía su valija y el viaje continuaba. Dormíamos donde nos agarraba la noche pero siempre en algún caserío o hato. La amabilidad del falconiano se hacía presente. Recuerdo los deliciosos bizcochuelos hechos en el horno de barro que todo casa tenía en su parte trasera, la conserva de leche de cabra endulzada con papelón y como olvidar los opíparos desayunos en los cuales no faltaba el queso de cabra y el chicharrón de marrano, trasegados con lo que denominaban “café de leche” que consistía en colar el café con leche de cabra caliente en lugar de agua. Al cuarto día de haber salido de coro, después de innumerables atascamientos, lluvias continuas, instalar y desintalar cadenas en las ruedas del vehículo para mejorar la tracción, llegamos a Dabajuro. Aún gozaba del prestigio de la industria petrolera. Tenía interesantes casas que daban a entender la existencia de cierta prosperidad y para nuestra sorpresa pero no para mi desencanto, contaba con un aeropuerto al cual una vez a la semana llegaban vuelos comerciales. No lo recuerdo muy bien, pero debo haber rezado para dar gracias a Dios que mis padres no se enteraron de ello, privándome de lo que siempre consideré mi mayor aventura. De allí a Borojó fue un salto y eso sería cuento para otra ocasión...


José Hermoso Sierra

ALMA LLANERA

EL ALMA LLANERA

El 19 de septiembre del presente año, Alma Llanera, el denominado segundo himno nacional de Venezuela cumple 92 años de su presentación al público. La Venezuela del siglo pasado, amordazada por la dictadura de J. V. Gómez presentaba en términos generales un nivel cultural muy bajo. Solamente los privilegiados por la naturaleza en cuanto a interés por las artes e inteligencia para comprenderlas se preocupaban por incrementar sus conocimientos en todos los parámetros. No obstante, eran los privilegiados económicamente, quienes se podían dar el lujo de acudir a los pocos teatros con los cuales contaba – y aún no ha variado mucho la situación - la entonces bucólica Caracas. Venezuela toda no llegaba a los dos millones y medio de habitantes y Caracas no alcanzaba las cien mil almas. La primera guerra mundial estaba en su plenitud pero aparte de discusiones apasionadas sobre el tema, no teníamos en el asunto ni arte ni parte.

Entre las esquinas de Veroes a Ibarras se encontraba el Teatro Caracas, también conocido como El Coliseo de Veroes. Había sido construido en 1854 y un pavoroso incendio lo destruiría en el año 1919. El 19 de septiembre de 1914 sería estrenada una zarzuela en un acto cuya letra correspondía al intelecto de Rafael Bolívar Coronado (1884-1924), periodista aragüeño de gran reputación, amén de una vida plagada de anécdotas y la música a Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), un prestigioso compositor y director de orquesta. Era anunciada como una obra que presentaba “escenas de la vida de las sabanas venezolanas a las riberas del Arauca”.

La compañía española de Matilde Rueda cargaría con la interpretación, incorporando algunos comediantes criollo, entre ellos los primeros actores nacionales Jesús Izquierdo (1881 – 1937) y Rafael Guinand (1881-1957)

La zarzuela Alma Llanera pasó al olvido y hoy pocos la recordarán pero el joropo se consagró en las dominicales retretas de la Plaza Bolívar de todas las poblaciones venezolanas. El negro Mamerto, bailarín y bochinchero famoso de la época lo bailó innumerables veces y en el exterior Alfredo Alvarado, “El Rey del Joropo” lo hizo merecedor de elogios. En los saraos de la alta sociedad y en los arrocitos de orilla el Alma Llanera marcó al fin del baile el final de la fiesta. Con un platico de cartón contentivo de una temblorosa gelatina y sendas cuñas de quesillo y torta los asistentes a la celebración se marchaban a sus hogares.

Napoleón Acevedo, poeta y escritor aragüeño articulista de diarios caraqueños bajo el seudónimo “René Borgía” escribió sobre Bolívar Coronado y la obra
“Era un escritor frondoso en estilo. En libros como “El nervio de la raza” abundaba en descripciones vibrantes de nuestra tierra aragüeña... Una noche, en la mínima Caracas de entonces, me habló atropelladamente de una zarzuela suya, para la cual Pedro Elías Gutiérrez había escrito una música venezolanísima. Después de algunas semanas se estrenó “Alma Llanera” con éxito largo y resonante de músico, no de comediógrafo. Yo, (Bolívar Coronado) que era poco aficionado a los joropos por haber pasado mi niñez en los Llanos, a la sombra del arpa de Juan Morales,..me oponía a esa modalidad. Sin embargo, el joropo “Alma Llanera” me sacudió el espíritu, y así se lo dije a Pedro Elías en la Plaza Bolívar. Con aquella sencillez suya me tomó del brazo y fuimos hacia el héroe”.Allí, bajo el majestuoso bronce de Tadolini, al lado del pedestal que sirve de patriótica atalaya a la historia y a la gloria del Libertador, el venezolano inmortal que desde allí ha visto el crecimiento y el progreso de su Caracas natal, el músico le dijo al poeta: - Gracias por tu opinión... ¡Has visto lo que puse en ese joropo! Veremos si tiene suerte...

Rafael Bolívar Coronado. - hijo del notable costumbrista villacurano de fines del siglo dieciocho, Rafael Bolívar, iniciaba el “Alma llanera” con la representación de “ una casa en un camino real de las pampas de Apure”. Al levantarse el telón en medio de esas pampas, aparecía Casilda “distraída y cantando por la puerta del fondo”:
Anoche a la media noche,A media noche sería,Los gallos que menudeabanY yo que me despedía

Casilda era una Celestina criolla paraentre Rita, “señorita de la casa” y Cubito. El cuarto personaje principal era Miguel, peón de la casa a quien por su amor desmedido que demuestra a Rita, Cubito lo mata con un puñal. Rita le pide a Cubito que huya y ella, ante los demás asume la autoría del hecho de sangre. Finaliza la obra con el canto de Rita

Yo nací en esta riberaDel Arauca vibrador;Soy hermana de la espuma,de las garzas, de las rosasy del sol, y del sol.Me arrulló la viva dianaDe la brisa en el palmarY por eso tengo el almaComo el alma primorosaDel cristal, del cristal.Amo, lloro, canto, sueñoCon claveles de pasiónPara ornar las rubias crinesDel potro de mi amador.

Escribió Carlos Eduardo Misle “Caremis” sobre la composición musical:
De Venezuela pasó a América y del continente al mundo, como pasó de la pianola y el organillo a los primeros discos ortofónicos y hoy anda de lo más orondo – vivo y alegre como nunca- en antologías de “long play” nacionales y extranjeros, interpretado por las mejores orquestas del mundo. Las andanzas universales de este joropo han hecho que se conozca bajo los más diversos cielos. Así, esta música alegre y hermosa que emociona y ahonda ha originado nostálgicas o eufóricas emociones a venezolanos que la han encontrado entre Estocolmo y Buenos Aires, entre San Francisco y Damasco. Porque “Alma Llanera” tiene además esa virtud: brota de repente, cuando menos se espera. A ello se debe su carta de universalidad. En otros casos a delicadezas de anfitriones, “maitres” o “barmen” que para nosotros los venezolanos tan viajeros como el mismo joropo- tienen un disco a mano, un pianista a la orden o una insinuación a la orquesta:
- Por favor: para los señores, que son venezolanos: ¡ “Alma Llanera”!
Hace unos 10 años una empresa de comunicación telefónica difundió una cuña publicitaria con una bella canción autoría de los españoles Herrero y Armenteros titulada Venezuela. En esos diez años el Alma Llanera de Gutiérrez y Coronado pasó al olvido, incluyendo los actos oficiales. Hace más o menos un mes tuve la agradable sorpresa de escucharla nuevamente en un acto donde estaba presente el Presidente Chávez. La Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela, dirigida por el Maestro Mario Abreu interpretó ambas composiciones: Venezuela y el Alma Llanera. ¡¡Qué bueno!! . Ojalá se repita y no olvidemos nuestras cosas que realmente tienen valor.
Fuente consultada: Carlos Eduardo Misle. De la zarzuela al joropo “Alma Llanera “Himno Popular de Venezuela”
José Hermoso Sierra

lunes, 22 de marzo de 2010

EL NUEVO LOOK

Allá por el 78 los hombres venezolanos prácticamente echamos al closet y otros al basurero el “flux”. No se de donde viene este nombre pero ese adefesio es algo incomodísimo, con unos inútiles botones colocados en las mangas y otros botones sobrando en la parte frontal, porque en algunos casos hay más botones que ojales y en otros, para “ser elegante”, no se abotonan, valga la redundancia, todos los botones. El “flucecito” lleva además solapas que no entiendo tampoco para que sirven a menos que sea para que exista el ojal en el cual se solía colocar una flor. El paltó va forrado por dentro, originalmente en seda y los baratones en tafetán pero ahora se forran con algo sintético. Entre el forro y la tela externa se colocan otras telas para dar forma a la prenda. También se colocan hombreras que acentúan lo varonil del portante. Como es poco susceptible a modificaciones, los sastres solo abren unos cortes en la parte trasera. No han pasado de dos pero en algunos casos se han dejado sin las tales aberturas. También modifican el ancho de la solapa. Como la gran mayoría de los que usan el traje tienen bajos ingresos y la tintorería cobra un “platal” por limpiarlos, si el usuario no trabaja en un ambiente con aire acondicionado y se desplaza en transporte colectivo, el flucecito termina hediendo a zapato de indigente.

Pero ¿Por qué cambiamos en el 78 de moda y lanzamos al basurero los “fluxes”? Ahhh, porque el presidente Luís Herrera utilizaba el denominado safari. El tal safari lo podíamos ver en las viejas películas de Tarzán, cuando los cazadores que se desplazaban por la selva lo utilizaban. Generalmente era con un pantalón corto y para cubrirse las “canillas” se ponían unas medias que llegaban a las rodillas. Era un traje para el trópico, elaborado generalmente en algodón y recuerdo un par que compre en Margarita confeccionados por la Casa Ganadera de Brasil. Eran realmente una delicia. Comenzó a caer en desgracia Herrera y se comenzó a dejar de usar el safari. Aquí en Turmero todavía lo utiliza el apreciado Juan José, más no por moda sino porque es lo único que tiene. Nuevos hombres, nuevos presidentes, viejos procederes. Se volvió al flucecito. Llegó el actual mandatario y menos mal que no le es simpático a todos los venezolanos porque si no estaríamos utilizando esa casaca verde, que debe ser calientísima y que por lo holgado hay quien dice que esconde blindaje. Lo que si se pusieron de moda fueron unos chalecos multibolsillos que solían usar los fotógrafos y cineastas pero que ahora lo utilizan con énfasis los dirigentes comunales.

Pero la cosa está cambiando. Ahora el presidente Uribe comenzó a utilizar la guayabera. La utilizaron masivamente, excepto el presidente venezolano, en una cumbre pero no fría, sino caliente y en un sitio caluroso. Ya veo por allí que la prendita se está poniendo de moda y creo que todo el mundo puede estar feliz. Cuatro bolsillos, mangas cortas o largas, unos plisados que no se para que son, pero bastante fresca y liviana. Los diseñadores la están modificando para aprovechar el boom. Ya las hay para utilizar con yuntas, nada nuevo porque un cubano elegante, para ir a una recepción, vestía una guayabera de lino o algodón, de color blanco, mangas largas con ojales para las yuntas o mancuernas; pantalón negro o marrón oscuro y zapatos dos tonos. El remate era una corbata de lacito del mismo color que el pantalón.

Como el humano es poco original, imagino que seguirá esta corriente. Todo el mundo corriendo a comprar sus guayaberas y cumpliendo con las leyes del “capitalismo salvaje”; la mayor demanda no bajará inicialmente los precios. Solo con el tiempo la guayabera se comenzará a fabricar masivamente y se abaratará. Mientras tanto, me voy corriendo a Maracay, donde las vi a Bs. 48,00. Todo una ganga….

José Hermoso Sierra
Marzo 2010