viernes, 17 de diciembre de 2010

RECUERDO TRISTE DE UN PASADO ALEGRE

Primera misa de aguinaldo. Escuché en la Voz de Turmero a unos jóvenes que emocionados que invitaban al acto. Habría vigilancia policial, la calle estaría libre y la Alcaldesa tenía interés en recuperar estas tradiciones. Muchos de mis conocidos se preguntarán ¿Y qué va a hacer este vejete a una misa de aguinaldo si no cree en Dios? Realmente, si viviésemos en el siglo ante pasado yo creo que estaría excomulgado y en el siglo XV me hubiesen achicharrado en una hoguera inquisitoria. Pero me gustan estas tradiciones. Me encanta una procesión y pararme al lado de los músicos para escuchar el trombón o ver a Aurelio Liendo tocando el clarinete ¿O es el saxofón? Ya se me olvidó.
Emocionado me levanté temprano y medio patuleco, acompañando a mis hijas y a una nieta me fui para la iglesia. La calle por donde transitaba estaba en semipenumbras, alumbrada por unas luminarias que más bien parecen velas. En la esquina de la Bolívar con la Ribas los eviternos borrachitos iniciaban su consumo de licor. Una señora estaba casi paralizada ante ese espectáculo y no se atrevía a continuar hasta que le dije que no temiese a esas personas, generalmente pacíficas. Ya al llegar a la plaza comenzó mi desilusión. Casi vacía la calle. El maracucho de siempre con sus termos de café y su delicioso fororo, una vendedora de café y Rosendo preparando sus periódicos. Me dije…bueno, las arepitas dulces serán para después de la misa. Entré a la iglesia. Casi vacía. Para arriba y para abajo caminaba Yolanda Daboín comentando que los músicos no habían llegado y “que como va a haber misa de aguinaldo sin aguinalderos” mientras Juan José, arrodillado musitaba una oración. Ya estaba próxima las 6 de la mañana cuando el Padre Bernardo comenzó el rito. Trató de alentar a los asistentes pidiéndoles una repuesta a sus buenos días con más entusiasmo. Tras sus palabras, el conjunto, ya casi completo arrancó con el aguinaldo “Corre Caballito” y poco a poco se fue desarrollando la ceremonia. Empezaban a llegar personas y al final de la misa estaban llenos los bancos pero muy pocos permanecían de pié, lo que me hace pensar que no habían más de trescientos asistentes. Los invitados de ese día era las escuelas locales y realmente la asistencia de las mismas fue un rotundo fracaso. La cantidad de alumnos y representantes pertenecientes a esos colegios hubiesen bastado para llenar la iglesia y ocupar la calle. Allí faltaban, además de los antes citados, la propia Alcaldesa, los miembros de la Cámara Municipal y lo que denominan “las fuerzas vivas” de la ciudad. Comenzó la gente a salir del templo. Una banda musical les esperaba. Escuché un par de interpretaciones y comencé mi ¡tour” para comerme alguna arepita dulce con su correspondiente chocolatico. Nada de eso. Un joven parado en la acera vendía café negro y con leche, mientras en una cava de anime supongo que tenía unas empanadas porque no vi a nadie comprar alguna. Me senté en uno de los bancos de la plaza pero el sitio quedó poco concurrido y no me quedó más alternativa que irme a comer una arepa en mi casa.
Realmente pretender reanimar estas tradiciones es arar en el mar. En la administración de Rodríguez se intentó y fue un fracaso parecido al que he narrado. Y empecemos a lucubrar ¿Porqué ocurren estas cosas? Creo que en primer lugar está la inseguridad. Estoy seguro que la mayor parte de los asistentes a la misa eran residentes del casco central. ¿Quién se va a venir de La Laguna, San Pablo o La Mantuana para dejar su automóvil en una de nuestras peligrosas callejuelas? Y ¿A qué muchachito le va a gustar una arepita dulce o un chocolate si ya está acostumbrado a unas donas o a unas grasientas papitas fritas? ¿Y patinar? Ya esto es cuestión de ases y el viejo patín winchester no existe. Fue sustituido por el patín en línea y este por las patinetas y quienes las utilizan se quedan jugando nintendo o viendo el canal Sony casi hasta media noche y no se van a levantar a las 5 de la mañana para ir a una ceremonia en la cual ya ni creen.
Mejor nos vamos olvidando de estas tradiciones. Nadie las va a poder recuperar Así como ya no se bailan los chimichimitos ni el pájaro guarandol, ni los niños cargan un cuatrico y unas maracas y los bailes de joropo casi se limitan a venerables adultos, no veremos más a una entusiasta juventud acudiendo masivamente a una misa de aguinaldo para que a su salida puedan comerse el chocolate con un tolete de queso blanco sumergido en el humeante líquido tal como lo preparaba Carmen Hortelano y luego tomar rumbo a Los Nísperos para robar el pan y la leche que Misael había colocado confianzudo en las puertas de sus clientes. En lo que a mi corresponde ¡¡¡¡No volveré!!! (y para la falta que hace mi presencia dirán alguno…)

José Hermoso Sierra
Diciembre 2010

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