lunes, 29 de noviembre de 2010

Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud

¡En qué lío me han metido mis apreciados amigos María Sigillo y Luis Barragán!. A raíz de unos comentarios sobre un libro autoría de Román Rojas, “Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud” me dignaron obsequiándomelo pero con una ¿aviesa? condición: “que lo lea pronto para saber su crítica”. Y entonces me fajé:
La emoción inicial fue intensa. Siempre me interesó el entorno de Carlos Delgado Chalbaud. Me encanta el chisme y en esa vida hay chismes para regalar. Pero es un chisme que aún se mantiene en tinieblas. Inclusive, en una ocasión dentro del grupo “Retrospectiva de Historia de Venezuela”, alguien dijo conocer detalles pero se eximía de comentarlos por existir cierta relación con esa familia. Mi curiosidad mayor era –y lo sigue siendo-, el destino de una rama de los Delgado Chalbaud que se ha mantenido en la sombra: Su esposa Ludbow Berliand, devenida en Lucía Levine durante su permanencia en Venezuela, la cual debe haber fallecido (creo que nació en 1910) y una hija de nombre Elena quien de estar viva tendrá unos 75 años.
La obra no sé como clasificarle y realmente no tengo autoridad o conocimientos para hacerlo pero creo que pretende ubicarse como una historia novelada al unir la realidad con la capacidad imaginativa del autor. Los sucesos históricos planteados en la misma, que no son hoy harto conocidos, escasean. Algunos datos, nuevos para mí menudean aquí y allá. Por ejemplo, saber con casi absoluta seguridad quien fue la estirada dama de la alta sociedad (señalada por Laureano Vallenilla Planchart en forma muy sutil en su obra “Escrito de Memoria”, sin que en ella no de pié a los no iniciados para su identificación) que “infidelidaba” a su brillante marido, catalogado como un play boy internacional, con el nada menos que Presidente de Venezuela. Puedo sin mucho esfuerzo imaginar el chismorreo y las risitas de burla en las elitescas fiestas de –como diría Herrera Luque- los hijos del valle, cuando entraba el cornudo adinerado, con fama de play boy internacional, presunto amante de divas cinematográficas y por añadidura Marqués, llevando de brazo a su elegante y apetitosa esposa pero no su mujer, al menos en exclusividad. Pero quién sabe si el asunto no era algo realmente admirado, envidiado y admitido, al contrario de lo que hubiese ocurrido si la infiel hubiese sido una damita de la para la época naciente clase media porque el pecado del adulterio era tan grande que el Código Penal consideraba el asesinato de la mujer infiel un suceso que al juzgarlo tenía atenuantes. Pero sigo con el libro. Las pocas veces que se menciona a la esposa de Delgado Chalbaud se manifiesta con insultantes epítetos. Borracha, terca, infeliz y quien sabe cuántas cosas más. Es evidente el desprecio hacia esta mujer a la cual Rojas desprestigia sin pichirrería. Diametral es su posición hacia Román Delgado, al que casi convierte en un héroe. Le atribuye una lucha originada en sentimientos patrióticos y evidentemente tergiversa la realidad del personaje, enriquecido impunemente, sin dudas peculando en sus funciones diversas durante el gobierno de su compadre Gómez. No hay otra forma de explicar su gran caudal, que aunque hipotecó para financiar la invasión del Falke (obtuvo un préstamo de 1.500.000 dólares) y tras morir en el intento, su viuda pudo vivir con comodidades y hasta permitirse un marido del cual dudo aportase beneficio a la economía familiar. Pero la doñita como que era candela y creo que leí (en el mismo libro de Rojas Cabot) que en Nueva York le parió un hijo al edecán de Gómez. Para rematar, tras el asesinato de su hijo Carlos, se atrevió a pedir una compensación monetaria. La triste realidad del proceder de Román Delgado no fue otro más que la rabia hacia Gómez al ser desplazado cuando pretendía incluir en los negocios a un bandido como lo fue el Bolo Pacha (a quien se le ajustició al finalizar la primera guerra mundial acusado de traidor a su patria) y el saber que no tiene retorno ni al poder ni al amor de su esposa. Por ello se inmola en Cumaná. En forma más sutil el agradable chismorreo se extiende a la viuda de Román Delgado Chalbaud. Su vida da la impresión de haber sido bastante disipada. Llega hasta a admitirle a su marido que una noche, mareada tal vez por las burbujas de la embotellada Nicole-Barbe Ponsardin. Viuda de François Cliquot, se entregó sin poder evitarlo –debilidades de la carne joven y desasistida– al hijo de Victorino Márquez Bustillos, el presidente puesto por Gómez durante su mandato. Claro, ¡¡¡¡ Fue la única vez!!!! Me imagino como Nereo Pacheco, allá en la Rotunda, le estrujaría públicamente al ilustre prisionero las infidelidades de su amada esposa, detallándole los resultados obtenidos por quienes espiaban para Gómez los comportamientos de sus enemigos exiliados. Ese odio acumulado, ese desamor, ese sacarlo de los negocios fue lo que impulsó a Román Delgado Chalbaud a planificar su invasión y no un acendrado patriotismo que si lo “discurseó” fue para emocionar almas todavía puras como pudo haber sido la de Armando Zuloaga o la de su hijo Carlos.
El libro es largo y en muchos capítulos hasta tedioso. 430 páginas de menuda letra, con abundantes errores gramaticales y ortográficos ¿No es lo mismo? Dignos de un texto entintado en cualquier librería de orilla. Se observa algunos gazapos en los cuales no concuerda el tiempo de la narración con el suceso o la circunstancia; por ejemplo cuando medita en los años 50 sobre su posible viaje a París donde vive su madre “casada desde hace años con el señor Aubín, distinguido escultor francés ganador del premio de Artes en Roma en¡¡¡¡1960!!!.
Pero repito, soy nadie en literatura y casi seguro que la obra del señor Rojas Cabot, es una buena novela. Ha sido inmensamente alabada hasta por el ilustre Simón Alberto Consalvi, eminente hombre con vasta cultura y acertado criterio.

José Hermoso Sierra
Septiembre 2010

3 comentarios:

  1. Buenos días, me gustaría más información acerca del tema, hay algún mail adonde pueda escribirle?
    saludos y gracias x compartir sus apreciaciones

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Disculpame Ana María por la tardanza. Mi correon es josehermososierra@gmail.com.
    Estoy a tu orden

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