miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS PEDORROS Y LAS PEDORRAS

Los pedorros y las pedorras
(Una mirada desde el arrabal)
Saúl Hurtado Heras
Ni para qué espantarnos: todos nos echamos pedos. El pedo es la realidad inevitable de todos los seres humanos. El pudor, el prejuicio, los escrúpulos, orillan a las personas a negarlo; o por lo menos, a reservarlo para ocasiones propicias; es decir, en la soledad, para evitar la mofa o el incomodísimo sentimiento de culpa por dejar escapar un pedo en un momento inoportuno. A veces se reserva para las reuniones de excesiva confianza, en las que, de cualidad deleznable, la pedorrera se transforma en un gracioso atributo. Existen exhibicionistas que hasta en el pedo encuentran la oportunidad de enseñar su existencia. Entonces alzan la patita al momento de tirárselo, apuntando, como si de un proyectil se tratara. En ese caso, se establece una com­pe­tencia, a ver quién se tira el pedo más tronado y más apestoso.
Seguramente, este escrito provocará, por su contenido (o cuando menos por su tono), reacciones diversas. No faltará quien con el morbo a flor de piel lo lea con sonrisita cómplice como reconocimiento de su condición pedorra (hagamos una prueba: quien lea esto y se ría, es un pedorro o una pedorra). Pero tampoco faltará quien a las primeras líneas lo bote, asqueada o asqueado, repudiando el sacrilegio de tratar con tal desparpajo uno de los grandes tabúes de la historia humana.
Y es que nadie quiere hablar del pedo, pues se trata de una de las excreciones más despreciables. En su rechazo hay una tendencia mística a negar la vulgaridad del cuerpo. Negar la naturaleza del pedo es como vivir en un mundo de hadas, acaso porque los sentimientos más sublimes le apuestan al espíritu, no a la materia. En general, todo lo que tenga que ver con el cuerpo causa aversión: las heces, las ventosidades, los mocos, el pus, la orina, la baba, etcétera, aunque algunas de estas excreciones, al asociarse con el sexo, despiertan senti­mientos contradictorios entre el deseo y el rechazo. No creemos que sea descabellado pensar que son precisamente estas excreciones las que están asociadas al desenfreno sexual. Sacarle un pedo a la pareja durante el acto sexual puede ser la más evidente prueba de su posesión porque significa apropiarse de su más celosa intimidad. El varón festeja en eufórico silencio el pedo de la damisela, que lo mira incrédula y avergonzada, resignada e impotente por la incontinencia del pedo que la descubre ante el otro como un ser terrenal. Esto sucede en una primera fase de la relación, cuando la pareja aún no se atreve a tirarse pedos con absoluta naturalidad. Estamos, paradó­jicamente, todavía ante una relación de manita sudada. La primera vez que se revelan recíprocamente como pedorro y pedorra, los ojos les palpitan entre sentimientos encon­trados de culpa e inocencia. Más tarde será una cosa muy distinta.
Freud diría que un equivalente natural de la civilización es la “sublimación del pedo”. Contener un pedo es un gesto de cortesía con el acompañante para evitarle el riesgo del mal olor. El autodeclarado “natural”, que no está dispuesto a contener el pedo para una ocasión propicia, es un barbaján, un cimarrón, un incivilizado, un bajo, un vulgar, un ordi­nario, un arrabalero que no conoce las más elementales normas de la convivencia; y si las conoce, no quiere acatarlas. La vida en sociedad nos enseña, desde muy temprana edad, a educar nuestra maquinita de hacer pedos. En la escuela aprendimos a no tocarnos las orejas ante la evidencia pestilente del pedo: “¿quién se lo echó?”, “¡el que tenga las orejas calientes!”. Y ahí viene el despistado a tocarse las orejas, temeroso de tenerlas hirviendo.
Sin embargo, algunos no sólo se reconocen como pedorros, sino que alardean de científicos o hermeneutas del pedo. A una persona le gustaba medir la extensión de sus pedos con la retórica de su discurso. Comenzaba a pedorrearse pausadamente al tiempo que empezaba a hablar y terminaba ambas acciones a la vez, como si la pedorrera fuera la cuerda de su discurso. Era, por supuesto, un discurso largo, largo, largo. No conforme con eso, esta misma persona se propuso averiguar las propiedades del pedo y, recostada en la cama y abriendo los pies, accionaba un encendedor que colocaba muy cerca de su ano al tiempo que soltaba sus ventosidades. Se moría de júbilo al mirar cómo la flama se incrementaba con la ventosidad, como si le echaran gasolina. “Este pedo me anuncia que debo cagar”, dice el festivo caminante luego de haber perfumado un largo tramo de su camino con su escandalosa pedorrera. Entonces se para, se baja los calzones y comienza a defecar al aire libre y a aliviar la enfermedad del pedo, que con frecuencia no es otra cosa que el síntoma de materia fecal no evacuada. Pedo tras pedo significa que no se ha tomado la suficiente agua para liberar el excremento o simplemente que no se han querido dejar escapar antes. En este caso, hay que señalar las excepciones cuando el cuerpo, como efecto de la ingestión de ciertos alimentos, se hace naturalmente pedorro porque se llena de gases. Por ejemplo, la ingestión abusiva de bebidas gaseosas repercute, irreme­dia­ble­mente, en una mayor producción de pedos.
“Tanto pedo para cagar aguado”, dice el refrán, porque, según su sentido literal, al pedo lo “empuja” el excremento sólido. La chorrera no anuncia su llegada. Al contrario, es la más traicionera. Va el entusiasta galán a su cita, en busca del “sí” de su dulcinea y, al saberse solitario, no siente remor­dimiento alguno de soltarse un pedo. De pronto, advierte que no es propiamente un pedo, sino algo aguadito lo que ha salido sin que pueda ya evitarlo. No hay más remedio: a cambiarse los calzones y a postergar la oportunidad del “sí” para una mejor ocasión. Es el pedo más afortunado porque llegó con “premio”.
No faltan quienes creen que la pedorrera se mide con la intensidad de la carcajada. Los de carcajada escandalosa son los más pedorros, dicen los partidarios de esta creencia, pero eso es puro mito. Lo más común es creer que los más pedorros son los autores de los pedos de más resonancia, pero eso es igualmente falso. Ojos vemos, culitos no sabemos. Miramos en la calle una auténtica beldad y nos invade una culpa criminal y sacrílega cuando imaginamos que ella sea capaz de tirarse un pedo. Nos negamos a creer que pueda soltarse la más ingenua plumita. O, por lo menos, nos inclinamos a negar el más característico atributo del pedo: su apestosidad. “En ese culito, ni los pedos hieden”, dice el lujurioso al ver aparecer al angelito hecho mujer, pavo­neándose por la calle. Pero, en su intimidad, ese angelito es capaz de marchitar las flores con su pedorrera, dependiendo de su opípara apetencia del día. O quizás, desinhibida, lance letales bazucazos, capaces de estampar un gato en la pared.
Pedo, pedito, pluma, plumita, flato, cuesco, ventosidad, pum, gas, soplido... toda una infinidad de términos para referirse a la misma burra, nomás que revolcada, según el contexto. Por lo común, un bebé se echa “peditos”, si es su madre quien lo cuenta a una amiga; en la escuela, los chamaquitos se echan plumas; o plumitas, si son de kinder. Pum es el término del extrovertido que intenta, con la onoma­topeya, reproducir el sonido del pedo; el pudoroso siente como si al pronunciar la palabra pedo matara un cristiano y por eso se limita a llamarle gas o flato.
Algunos prefieren utilizar el término “pedo” para significar otros conceptos: “ya andas pedo, ¿verdad?”, se le pregunta al borrachín; “no hay pedo”, dice el condescendiente para indicar que “no hay problema”. Pero del gas que sale por el ano, no tan fácilmente se habla. A algunos de plano les parece una desfachatez el asunto de los pedos. Quizá desearían que con negarlos dejaran de existir. Cuando oyen hablar de pedos en una reunión, pelan tamaños ojotes, como si se les estuviera acusando de asesinato y se alejan como quien se aleja de un apestado. Cuando más, los aluden con ironía o con fallidos eufemismos: “¿qué quieres hacer: pipí, popó o pupú?”.
Nuestra ingenuidad infantil nos hace creer que existen personas que nunca han paladeado la delicia de tirarse un pedo simplemente porque en esa ingenuidad creemos no haberlos escuchado ni olido. Una persona adulta sostenía muy convencida que su “abuelito” no se echaba pedos. “¿Por qué lo aseguras tan convencida?”, se le preguntó y ella contestó con la misma vehemencia: “porque yo nunca he escuchado que se eche uno”.
Sólo en contextos de excesiva confianza se le trata sin ningún miramiento. En una abierta deliberación, alguien decía muy convencido: “Hueles el pedo de otro y te da un chingo de asco, pero hueles el tuyo y hasta te tapas con la cobija para darle el toque”. Y es que mientras más apestoso, más exorcizado se siente el autor, como si con el hedor se escaparan los demonios de la insania que lleva dentro. Y la cama es el lugar más propicio para la ubérrima producción de pedos. Y es al comienzo del día, el despertar, cuando se liberan los pedos más intensos, como si la inconsciencia onírica no se hubiera apiadado de su ansia de libertad. Como el gallo que al iniciar el día bate fervoroso contra su pecho sus viriles alas, así las personas saludan al nuevo día con un estruendoso pedo que les confirma que todavía siguen vivas. Este es el pedo mañanero.
¿Pedo mañanero? Sí, porque hay muchos calificativos. Pero, en general, sus adjetivos están vinculados a tipos sociales para significar las características de un pedo. El pedo de arriero, o el pedo de albañil, son los más repudiables porque se consideran los más vulgares, como si en verdad los pedos de estos tipos sociales fueran los más deleznables; como si en verdad las figuras públicas fueran incapaces de semejante vulgaridad. Esto se cree porque no abundan testimonios de la naturaleza pedorra de grandes figuras, como por ejemplo, un presidente de México o de Estados Unidos, o sus respectivas esposas. Si los pedos de unos y otros se enfrentaran en exacerbada lucha de tú a tú, seguramente descubriríamos cuán vulgares son unos y otros. Eso, sin tomar en cuenta el desenfreno alimenticio en que con frecuencia incurren las figuras públicas. Existe también el “pan de pedo”. Algunos le llaman así al pan de feria que se traslada en canastas, en las que las cansadas vendedoras se sientan, como si fueran sillas, llenando el pan de pedos, según.
Llega el momento en que el olor queda en segundo término y lo único relevante es el hecho de constatar que también los otros se echan pedos. Si huelen, si no huelen, no importa; lo que importa es la novedad de haber descubierto inesperadamente que creerse los más pedorros o las más pedorras es producto de la subjetividad. A una educadora se le quitó la maña de tirarse pedos en el salón de clase, en presencia de sus alumnos, cuando uno de ellos la descubrió. Creyendo que sus pedos no olían porque ella no los olía, o menospreciando la capacidad de sus alumnos, quienes seguramente se echarían la culpa entre sí en caso de pestilencia, la maestra se los soltaba sin miramientos. Pero un día dos chiquillos pusieron cara de fuchi. “Se echaron un pedo”, dijo uno en voz baja, espantándose el olor con la palma de la mano. El otro, atrevido, acercó su naricita a las nalgas de la maestra, que estaba parada al lado de ellos, y con absoluta certeza le dijo a su compañero, con cara de júbilo y agitando las manitas, como si quisiera volar: “¡fue la maestra!”.
Hay quienes creen que hasta para ser pedorros existen clases sociales, jerarquías, pero que es difícil distinguir quién es uno y quién es otro. Como mucho de este sano y natural ejercicio de la pedorrera se realiza en secreto, al menos en un alto porcentaje, es difícil descubrir esta oculta realidad. Esto se resolvería si la ciencia nos hubiera dotado ya de un pedómetro, un aparato inventado ex profeso para medir las dimensiones del pedo con base en variables diversas como su intensidad, su fetidez, su frecuencia. Este aparato podría colocarse en el ano de los pedorros sujetos a observación o donde los peritos eligieran como el lugar más apropiado para garantizar óptimos resultados en la averiguación. Pero mientras el pedómetro no llegue, seguiremos considerando la resonancia como el único factor de medición. Habría que imaginar la cantidad y la intensidad de sonidos que se producirían en los más concurridos espacios públicos si, en lugar de la censura, cada individuo se instalara un micrófono para reproducir el sonido de todos los pedos liberados de una manera natural y espontánea; es decir, en el preciso momento en que “piden” ser liberados. Sería como si cada pedorro ofertara sus pedos apelando a sus estruendosas virtudes, como quien confía en el altavoz para ofrecer un periódico de discutible calidad, vendido a fuerza del escándalo: “¡compre sus pedos, fresquecitos, de resonancia comprobada, como usted lo ha podido atestiguar!”. Un concierto de pedos así, en un concurrido espacio público, sin excepción de pedo alguno, convertiría el lugar en una larguísima e interminable “perorata” de pedorros sin acuerdo definitivo.
Ante el fenómeno inevitable del pedo, las reacciones son interminables. Muy pocos aceptan reconocerse como pedorros y ante las evidencias lo más común es buscar las justificaciones más absurdas. A un intelectual se le escapó un pedo y de inmediato se apresuró a explicar: “estamos al aire libre”. Un burócrata, agarrado con las manos en la masa en una imprevista visita, muy cordial hizo pasar al visitante a su escueta y encerrada oficina: “pásale, pero yo soy bien pedorro, ¿eh?”, le advirtió, justificándose del ambiente que prevalecía y del que tal vez ni se hubiera percatado el visitante de no haber sido por la apresurada y nerviosa aclaración del anfitrión. Una colegiala había dejado escapar un pedo y para despistar a sus compañeros intentaba rascar el piso con el zapato, insinuando que de allí provenía el ruido; pero sus compañeros, nada desatentos, distinguían claramente el sonido del zapato del que antes habían escuchado y no se comieron la píldora de la simpática y desafortunada rascadita. Una niña lloraba asqueada siempre que olía uno. “¡Se echaron un pedo!”, chillaba impotente, buscando y repudiando al autor, que con frecuencia quedaba en el anoni­mato. Al no ver cumplido su capricho, un pillín chantajeaba a su madre, aprovechando que ella se había echado un pedo, y comenzó a gritar a todo pulmón: “¡vecinos, mi mamá se echó un pedo!”. La madre no sabía si reprenderlo o pasarle una lana: no fuera a ser que los vecinos lo escucharan. Una señora de edad avanzada se había alejado ligeramente del círculo de amigos para soltarse, a escasos metros, un silencioso pedo. Cuando advirtió que su estrategia no había funcionado, se quedó pas­mada, boquiabierta y pelando los ojos, aceptando su fallido plan. En un terreno intrincado, cortésmente el novio ofreció cargar en su espalda a su novia, a quien la naturaleza de su calzado le hacía muy difícil avanzar. Al momento de echársela a machis, en la espalda, le sacó un pedo a la novia, que no paraba de reír, avergonzada. “Pero si yo soy el que va haciendo el esfuerzo, no tú”, le recriminaba el sarcástico novio, mientras ella cambiaba de colores, risa y risa, sin medir los riesgos de que se le salieran muchos otros. En la iglesia no se puede ser tan infame, por ser la casa de Dios. Curiosamente, los pedos de los feligreses parecieran ser auténticas bombas de destrucción masiva, pero ni para reclamar nada. Al contrario, hay quienes soportan con gallardía “el paso del huracán” quizá porque estiman una oportuna expiación de culpas al soportar el hedor. Pero en el transporte público, es decir, “en la casa de nadie”, es donde se cometen las acciones más criminales: “¡hijos de su puta madre!, ¡cuando coman cuervo quítenle la carroña, cabrones!”, gritan los más agresivos para mitigar, un poco, la ofensa de la que han sido objeto. Y el maldito pedo se la pasa vuelta y vuelta por mucho tiempo y el autor queda en el anonimato. Por fortuna, pues no faltaría un atrevido que, sin pensarlo dos veces, le apretaría el cogote, a ver si así se larga la criminal fetidez.
Estimado lector o lectora: esto no es una declaración de guerra contra el pudor, mucho menos una declaración de honor; es simplemente una invitación a contribuir a develar los variados misterios del pedo. Es también una invitación a construir una especie de teoría del pedo, con base en la abundante cantidad de chistes y anécdotas, incluidas las más sesudas reflexiones sobre el tema desde cualquier punto de vista. Como las anécdotas son inagotables, se le agradecerá su colaboración en la noble causa de la revelación del pedo en la historia social de la humanidad.

Tomado de Letralia

lunes, 12 de octubre de 2009

JUAN NUÑO: Casi na´

Nunca se había predicado tanto la ética como en este nada ético final de centuria. Predicado y pregonado: vozarrones solemnes y huecos invocan la moral perdida quien sabe donde y las desconsoladas viudas de las buenas costumbres cuchichean a todo el que quiera escucharlas que no se respetan los valores. Los valores: nada menos. Definitivamente perdidos como si se tratara de la dentadura del abuelo o el último recibo del gas. Que manía con eso de la moral: muchísimo hablar y poco practicarla. Por lo mismo, resalta la sorprendente noticia. Ahí es nada: En España, un gitano, un señor gitano, un gitano señor, ha renunciado, indignado, a recibir doce millones de pesetas (veinte millones de bolívares) en compensación por la muerte de su mujer. Parece que fue un accidente de tránsito en el que los responsables fueron condenados a pagar la indemnización al esposo de la víctima. Ahí saltó la indignación noble y señorial del gitano: No se puede uno lucrar con la muerte de nadie y menos con la de un ser querido. Faltaría más. Dio media vuelta y se marchó, dejándoles con su sucio dinero en las manos. Pe pie, señores, hay que ponerse de pie, quitarse el sombrero y hacer una profunda y silenciosa reverencia a ese gitano tan señor y tan patricio. En nuestros fenicios y corrompidos tiempos, alguien, sin pretensiones, tiene el gesto inmenso, sobrecogedor, de despreciar el dinero en nombre de la decencia y el respeto a los muertos. Casi na`. Los gitanos vienen de lejos y siguen su camino indiferentes al mundo enloquecido que formamos todos los no somos gitanos. Pueblo extraño, mítico y trashumante, mal visto y casi siempre perseguido. Proceden de la India, por más que cierta tradición quiso hacerles descender de los faraones: los llamaron entonces egipcianos, de donde el apócope de gitanos. Pueblo caucásico, indoeuropeo, otro más, solo que de tez oscura –moreno de verde luna – con lengua indoeuropea de pura cepa, derivada directamente del sánscrito y emparentada con los idiomas hablados en el norte del Indostaní. Entre si no se llaman gitanos sino romaníes que viene de “rom” que, en su lengua, es hombre y se oponen a gayo o payo; los otros, lo contrario de los gitanos: los payos, expresión con sentido abiertamente peyorativo: “Brutos”, “montunos”, “rústicos”. Lo suyo es vagar, pues son los últimos nómadas auténticos que quedan sobre el planeta. Moverse, emigrar, viajar de un lado para otro. Comenzaron en la India hace más de tres mil años y ya le han dado varias veces la vuelta al mundo. Están por todas partes, hasta en Australia, pero mayormente suelen encontrarse en los Balcanes, en Centroeuropa, norte de África, Francia y la Península Ibérica. En Gran Bretaña, curiosamente, en el país de Gales. Hay unos tres millones, siempre viajeros, dedicados a diversos oficios trashumantes: tratantes de ganado, domadores de animales, titiriteros, latoneros, músicos, sobre todo músicos. Ahí están sus violines, sus czardas, la guitarra y el flamenco, nada menos que el cante jondo. Ellas, echan las cartas y leen la palma de la mano, una manera inocente de sortear el destino. Se dividen en diversas tribus. Por un lado están los kalderash, numerosos en Rumania, Bulgaria, Hungría. Luego los menouches del norte de Francia, Alsacia, y Alemania y por último los gitans, los gitanos, del sur de Francia y de España y Portugal. No reconocen ninguna autoridad central: lo del “rey de los gitanos” es una leyenda de opereta vienesa. Viven en familias patriarcales que en ocasiones llegan a contar con más de doscientas personas. Son fieles a sus costumbres, entre las cuales la más sana es la del exilio sistemático. Viajan, viajan mucho y no echan nunca raíces. Por eso el mundo payo los teme y los persigue. Nunca se han llevado bien sedentarios y nómadas, desde Abel y Caín: alguien mata al otro. Hitler se cargó, en sus civilizados hornos alemanes, a medio millón de gitanos con todo y ser más puramente arios que los rubios germanos. Pero los gitanos – bronce y sueño – siguen imperturbables su vida sencilla, con solemne desprecio por los “valores” de los civilizados. ¿Qué mayor muestra de desprecio que la acaba de dar ese gitano camborio rechazando dinero por la muerte de su mujer? Toda una lección en los tiempos que corren. Y en cualquiera.
Juan Nuño. El Nacional. 1993

ARTURO USLAR P. Sembrar el petróleo

El siguiente artículo, autoría de Uslar fue el que popularizó la frase "SEMBRAR EL PETROLEO" publicado el 14 de Julio de 1936 en el diario "AHORA"
Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras, la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga. En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin hacer estimación de otras formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no solamente es ilimitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos hasta acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría que traducir más simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable. Pero no solo llega a esta proporción el carácter destructivo de nuestra economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no solo no aumenta, sino que tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatados el sitio en los mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: “En la región del Cuyuní trabajaban mas o menos tres mil hombres que tumbaban por termino medio nueve mil árboles por día, que totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa mil árboles. Multiplicada esta última suma por el número de años que se trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purgüo” Estas frases son el brutal epitafio del balatá, que bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresista. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crearlas bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueble parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueble venezolano en condiciones excepcionales.La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos, destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera.La única política economía sabia y salvadora que debemos practicas; es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes. Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la siguiente, que nos hace resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva:
Arturo Uslar Pietri. Ensayista, novelista, cuentista, dramaturgo, doctor en Ciencias Políticas y en Economía. Nació en Caracas el 16 de mayo de 1906. Considerado uno de los más ilustres venezolanos contemporáneos. Ministro de Educación (1934-1941), Secretario de la Presidencia de la República, Ministro de Hacienda y Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Isaías Medina. Senador ante el Congreso Nacional. Candidato en 1963 a la presidencia de la República. Director y articulista del diario El Nacional. En la literatura se inició con Barrabás y otros relatos. Su novela de éxito fue Las Lanzas Coloradas, publicada en 1931Guillermo Meneses, en su Antología del Cuento Venezolano, analiza así su obra: "Arturo Uslar Pietri ofrece la difícil síntesis de inteligencia bien nutrida, capacidad creadora, maestría expresiva, fina sensibilidad, razonamiento riguroso, inquieta curiosidad artística, tenaz voluntad de investigación. En sus obras de imaginación ha tratado con igual dominio temas de antiguo origen ("Barrabás", "El apólogo del vino"), situaciones obtenidas en las páginas de nuestra historia ("Las Lanzas Coloradas", "El Camino de El Dorado"), ambientes de purísima arquitectura poética ("Lluvia"). En todo caso, Uslar Pietri hace arte; no acepta jamás la actitud del escritor fácil que se adorna con palabras inútiles: sus cuentos son resultado armonioso de razón, creación, respeto del arte y del hombre".Obtuvo el premio "Príncipe de Asturias" (1990) con la novela La visita en el tiempo. Fue miembro de las Academias de la Lengua, de Ciencias Políticas y Sociales y de la Historia. Entre los numerosos premios que ha recibido están el Premio Nacional de Literatura, en dos oportunidades, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos (1991); el "María Moors Cabot" (1972), el Premio Hispanoamericano de Prensa "Miguel de Cervantes”; el premio “Merhenthler” de Chile (1972). Su obra bibliográfica es vasta. Uno de sus biógrafos, el Profesor Rafael Augusto Cadenas en “Vida y obra de Arturo Uslar Pietri” reseña entre 1928 y 1994 sesenta y tres obras.A los 93 años cumplidos, en declaraciones dadas al periodista Roberto Giusti, de El Universal (4 de julio de 1999), Uslar Pietri se confiesa angustiado al ver que los grandes problemas del país están en pie, que cada día Venezuela está más inmadura, cada día más dependiente de la riqueza petrolera y que aquí no se ha hecho nada por "sembrar el petróleo". Falleció en Caracas el 26 de febrero del año 2000. Egoísmos políticos fueron la razón de no rendírsele los merecidos honores.

ALFREDO MANEIRO: El uso del petróleo

“Desde 1958 no se veía algo igual: Con exclusión de los gobernantes de entonces y de ahora, una complacida, satisfecha y risueña unanimidad, ilustra la reconciliación entusiasta del país político. Toda la unidad que ayer logró la constitucionalidad, hoy se repite conmovedoramente con el presupuesto. De la unidad en el espíritu del 23 de enero, a la unidad de los 45 mil millones. Sindicalistas y empresarios, nacionalizadores, socializadores, revertores, indemnizadores y ejecutivos de la Shell, ejecutivos de la Mobil, mayorías y minorías parlamentarias, gobernantes y gobernados, policías y detenidos, cobradores y deudores, iletrados y funcionarios del Inciba: todo el país político, unido y unánime funciona a coro, como para hacer obligatoria la aceptación de la gran hora nacional del momento que vivimos. En efecto, el petróleo es un don natural y forma parte de una justa pedagogía nacional, recordar que no es el resultado directo y meritorio del esfuerzo de los venezolanos; que la presencia bajo nuestro suelo no es producto de nuestro trabajo. Insistimos en las condiciones sociales actuales es absolutamente imposible pedir el deterioro y, realmente el efecto corrosivo de una abundancia fiscal que no está asociada directamente, ni con el trabajo de los venezolanos, ni con las luchas (y consecuencialmente) con la conciencia de la nación. Y no es solo una preocupación conservacionista lo que nos mueve, pues es mucho más lo que está en juego. No se trata ya ni tanto ni únicamente, de lesionar la infeliz servidumbre al petróleo. Se trata de impedir una dependencia suicida, nacionalmente de esta abundancia fiscal. A nadie puede asombrar que comprometamos nuestros modestos esfuerzos a reunir las opiniones y voluntades necesarias para promover, con el apoyo de 20 mil electores y sus firmas, un proyecto de Ley que, frente a la amenaza del indetenible deterioro de la imagen de la Patria y de acuerdo a los intereses permanentes de esta, reduzca drásticamente la producción petrolera” (Propuesta de Alfredo Maneiro presentada el 2 de junio de 1974 para evitar el conflicto que se presentaría en nuestro país ante el trato que se daba a los elevados ingresos que provenían de la renta petrolera).
Alfredo Maneiro-. Caracas, 30.1.1937 - Caracas, 24.10.1982Dirigente político y profesor universitario. Descendiente de los próceres de la Independencia Manuel y José Joaquín Maneiro. Hizo estudios de educación primaria en la Escuela Experimental Venezuela y de secundaria en el liceo Andrés Bello de Caracas; desde su época de liceísta ingresó en la juventud comunista, incorporándose a la lucha política contra el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Fue protagonista de diversas acciones políticas en oposición a los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Maneiro participó posteriormente como uno de los dirigentes que lideraron la disidencia dentro del comunismo venezolano que culminó con la división del partido en 1970. Permaneció distante de militancias políticas. En 1977 obtuvo la licenciatura (UCV) en filosofía. con una tesis sobre Maquiavelo. Fue fundador de la Causa R. y docente en la Universidad Central de Venezuela. En 1982 propuso a su partido el lanzamiento de la candidatura presidencial de Jorge Olavaria. Víctima de una dolencia cardiaca murió en el Hospital Clínico Universitario. Había contraído matrimonio con Ana Brumlik con quien procreó 3 hijos. BIBLIOGRAFÍA: Maquiavelo: política y filosofía. Notas negativas. Notas políticas de Alfredo Maneiro.

sábado, 10 de octubre de 2009

JUAN NUÑO: El Pueblo

¿Qué seria de políticos, oradores y demás charlatanes sin la recurrente palabreja «pueblo»? Es curioso que, de quien dícese que tiene nada menos que la voz de Dios, todos se permitan hablar en su nombre, como si fuera mudo.
Pueblo es recurso teratológico antiquísimo, tan útil que, de los romanos a nuestros días, sigue proporcionando beneficios a todo el que lo usa. Pero si el endriago se remonta cuando menos a Cicerón (Salus populi suprema lex est) fue en la atosigante Revolución Francesa donde, gracias a la nefasta combinación de Rousseau y el abate Sieyès, adoptó la forma decididamente ectopágica que aún nos abruma. Llámese «pueblo» o «nación», es el recurso final con que se acogotan todas las cacareadas libertades individuales. Por algo la harto publicitada "Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano" encerraba un par de artículos insidiosos, el 3 y el 6, de efectos totalmente nugatorios. Pedía el 3 que el origen de todo el poder residiera en la nación, agregando que ningún grupo o individuo podía tener ni asomo de autoridad superior: forma inapelable de acabar para siempre con los supuestos derechos de los individuos. La que manda es la nación, es decir, el pueblo, es decir, el colectivo, es decir, algo monstruosamente informe y jamás especificado: una quimera repantigada en la sombra de toda Constitución. Mientras que, por su parte, el artículo 6 rezaba aquello, tan bonito como vacío, de que «la ley es la expresión de la voluntad general». Como se puede ver, para eso sirven las revoluciones: en lugar del poder absoluto de una persona (monarca), aparece una misteriosa entidad irracional (volonté générale), no menos aplastante e incontrovertible. Al menos con el Rey, sé quién me está oprimiendo; con la democracia, siempre es un algo, indefinido. A partir de ahí, Robespierre y sus amigotes pudieron dedicarse a hacer funcionar la guillotina con toda legalidad, en nombre del pueblo, de la nación y la voluntad general. Debe ser muy diferente que no le corten a uno el cuello por orden de una persona, con cara y nombre, sino por mandato de un concepto.
Más tarde, Disraeli, Lincoln y todos los Próceres americanos de todas las independencias habidas y por haber, no hicieron sino repetir el invento: de, por y para el pueblo, que suena tan bien, aunque en verdad jamás se sepa a qué o a quién se están refiriendo. Prueba de su vigorosa vitalidad es que en sucesos recientes ha vuelto a reaparecer, agresivo y triunfante: se habla del despertar de los pueblos en 1989, tal y como hacia 1830, con dieciocho años de adelanto profético, Ludwig Boerne hablara de una Voelkerfruehling, una romántica «primavera de los pueblos», es decir, otra escabechina más de la que de vez en cuanto es incapaz de privarse la humanidad. La verdad es que, en tanto expediente social resulta de lo más socorrido: todo se hace en su nombre, nadie se atrevería a ir en contra suya, entre otras cosas, porque orgullosamente se proclama de labios para afuera que todos somos pueblo, aunque cada uno en su interior confíe en realidad en que pueblo, pueblo, lo que se dice pueblo, municipal y espeso, sólo lo son los otros. Los angloparlantes aún lo tienen peor, o será que de veras son más democráticos, pues para ellos toda la gente es people, mientras que en otras lenguas, un poco más sutiles, menos bárbaras y simplificadas, suelen hacerse distinciones. Al punto de darnos el lujo, en español, de emplear además un sabroso despectivo, el «populacho», y de llamar «populistas» a ciertos profesionales de las promesas hechas en representación de tan monstruosa entidad.
Seria injusto olvidar que, por encima de todos, está el pueblo elegido, cuya sola mención pone a dudar de la eficacia igualadora del método simplista que inventara Juan Jacobo a orillas del Lemán, mientras se desnudaba para escándalo de las damiselas ginebrinas. Schopenhauer, como buen alemán, lo veía de otra manera: «como los gustos difieren, decididamente no son mi pueblo elegido. Son el pueblo elegido de su Dios y éste queda que ni pintiparado para semejante pueblo». Parece un poco exagerado porque más bien entran ganas de pensar al ver cómo les ha ido en la historia que con un Dios así no necesitan más enemigos. Por aquello de que a veces los extremos se tocan, tampoco a los nazis se les caía de la boca lo de «pueblo» (Volk) para todo, desde un periódico hasta un repugnante automóvil.
Habría que pedir menos pueblo y más respetos individuales, que en definitiva, como casi siempre, quien tenía razón era Oscar Wilde: «La única posible sociedad es uno mismo».

BOROJO




En recuerdo a mi amigo Rafael Añez quien fue insigne maestro y alma de inolvidables fiestas.

No por haber nacido mi madre en Borojó tengo un gran aprecio por ese pueblito falconiano. Mi primera visita fue por el año 1953. El viaje se hizo desde Maiquetía a Coro por vía aérea. Desde allí, en plena época de lluvias y en un vehículo que se contrataba en las oficinas del periódico falconiano "La Mañana" se hacía el viaje hacia el acogedor pueblo. El estado de ánimo de la naturaleza decidía el tiempo de viaje. Lo que hoy se recorre en menos de dos horas se prolongaba a veces hasta tres días. El vehículo que nos transportaba era un híbrido. En su parte delantera estaba el asiento del chofer y de tres pasajeros. A continuación un incómodo banco de tablas tapizado con un anémico cojín relleno de paja. Luego una malla divisoria. Allí comenzaba el departamento de carga donde se mezclaban los chivos con la valija del correo y los ejemplares del decano periódico "La Mañana" con un cargamento de queso de cabra. Para los adultos era un suplicio. Para mi niñez...toda una deliciosa aventura.
Hoy día Borojó se puede visitar conduciendo por una excelente carretera. Desde Aragua, bajando por Morón se toma la vía de la costa en dirección Oeste. Hasta Coro hay un exuberante paisaje donde se combina la placidez de sus playas – Tucacas, Morrocoy – con la lujuriosa vegetación del piedemonte de la Cordillera de la Costa que acuna a Tocópero y Puerto Cumarebo, la ciudad de las mujeres bellas. Se pasa por zonas de gran importancia pecuaria como lo son Yaracal, El Guamacho y Maicillar y a pueblos de trascendencia histórica como lo es La Vela de Coro cuyo nombre se origina en el hecho de haber sido el sitio desde donde se vigilaba la costa para evitar ser sorprendidos por piratas. Es actualmente Patrimonio Histórico de la Humanidad, decretada así por la ONU. Fue el desembarcadero de Francisco de Miranda y sitio donde se izó el tricolor patrio. Coro, capital del Estado, también Patrimonio Histórico de la Humanidad merece capítulo aparte por lo cual no nos detendremos en descripciones de tan valioso tesoro venezolano.
Partiendo de Coro han de recorrerse ciento cincuenta y cinco kilómetros para llegar a Borojó. Un paisaje de impresionante aridez envuelve al viajero. Si es acucioso y se conjuga con el paisaje podrá disfrutar de innumerables sorpresas. A orillas de la carretera y principalmente cerca de los ríos, es fácil descubrir infinidad de fósiles. A esto se suma la presencia de estos elementos arqueológicos en determinados lugares denominados “chiperos” antiguos asentamientos de tribus indígenas hoy desaparecidas. No es difícil encontrar entre millones de conchas de moluscos consumidos por los aborígenes, restos de vasijas de barro, hachas de piedra, puntas de flechas y uno que otro ídolo. Dabajuro es el centro poblado más importante en la vía. Fue campo petrolero y es la estación de bombeo del oleoducto que transporta petróleo hasta la refinería de Amuay en la Península de Paraguaná. En sus alrededores se han encontrado innumerables objetos cerámicos denominados "Series Dabajuro" con data entre 300 años AC hasta 1.000 años DC. Continuando la vía a no más de veinte kilómetros está un desvío que conduce a Borojó. Borojó es un término de origen quechua cuyo significado es “lugar deshabitado y aislado”. Pero hoy día no es así. Aún cuando su economía no permite a sus habitantes subsistir y se ven obligados a emigrar a Maracaibo u otros sitios siempre regresan al terruño. La fecha preferida es septiembre, con las fiestas en homenaje a Nuestra Señora La Virgen de Las Mercedes y en Diciembre con las fiestas de la temporada. Se convierte en un concurrido alegre y ferviente pueblo que disfruta a sus anchas de unas tradicionales celebraciones y que ofrece al visitante un sinnúmero de sorpresas. Su templo, declarado Patrimonio Histórico de la Nación fue construido entre 1.788 y 1.796. Es una visita obligatoria para apreciar una joya arquitectónica colonial, al igual que La Casa de la Cultura y sede de la Sociedad Bolivariana, conocida popularmente como la casa donde bailó Bolívar, donde se alojó el héroe en 1.826, su última visita a Venezuela. Otro lugar digno de ver es El Museo de Arte Religioso, con su anexo la Galería de Arte Yuquique, esfuerzo del recordado poeta y periodista Martín Añez. Diversiones más profanas están representadas por la playa Antúnez, concurridísima en Semana Santa y Carnaval, con aguas templadas y poco profundas. Complemento del tour es la adquisición de las bellas piezas policromas de la familia Ferrer, artesanos que trabajando una liviana madera, dan a luz rutilantes gallos, alegres mariposas y atractivas orugas. Parodiando a Luis XV, Borojó bien merece una visita.


(Foto de la calle prinmcipal de Borojó tomada por Omar José Martínez(

JOSE HERMOSO SIERRA

LO INAPRECIABLE

Común es el mensaje en los diferentes medios de comunicación que nos induce e incita a entrar al mundo de la computación. Se acostumbra calificar de analfabeta funcional a todos aquellos que desconocen tal tecnología y admitámoslo; la informática contribuye notoriamente a facilitar nuestros trabajos cotidianos, simplificar las comunicaciones, eximirnos de procedimientos repetitivos y permitir mantener una base de información que evita la consulta sin base ni concierto de cientos de fuentes probablemente dispersas y mal organizadas. Pero esto no será la panacea universal si el humano no mejora su comportamiento dentro de parámetros con calidad total. En abril de 1985 la revista PROGRESO editorializó sobre la clave del desarrollo. Expresó que no son los computadores u ordenadores para utilizar un término más castizo, los auténticos representantes del desarrollo. Señaló que el origen de tales artificios fue el deseo y el hábito de tener en orden los archivos y que lo que hoy nos asombra, tiene un antecedente en las viejas virtudes del mundo predesarrollado. Son ellas la puntualidad anglosajona en las horas comprometidas; el control del tiempo y espacio. Orden en las cosas, en los papeles... Define la puntualidad como el respeto por el tiempo del otro y en consecuencia como el respeto a nuestros semejantes. El editorial de PROGRESO se tituló LO INAPRECIABLE y basan tal título en el hecho de que lo que separa el desarrollo del subdesarrollo no es un conjunto de productos que están en el comercio, que tienen precio como las computadoras, sino algo tan poco valorable en el mercado como el orden y la puntualidad. Finaliza expresando que es necesario para desarrollarse una revolución en el campo de los valores. Lo importante es hacer, ordenar las cosas y la mente; no definir y recitar.

AMOR Y DIGNIDAD

Entre Cumarebo y Maicillal, ambos poblados del Estado Falcón hay un lugar denominado La Isla. En diferentes viajes por la zona estuve tentado por detenerme ante una modesta vivienda en la cual exhibían algunas artesanías típicas de la región. Al fin, con un poco de tiempo disponible lo hice. Sencillas cestas realizadas en fibras de mazorcas de maíz y palma de coco eran el grueso de la exhibición. Algunas muñecas de trapo, cajas de madera y una que otra planta completaban el inventario. La atención del negocio estaba en manos de la señora Lourdes de Mundaraín. Extrema fue su amabilidad y decencia. Esa amabilidad rayana en la timidez propia de nuestra gente del campo y la decencia nacida de una educación basada en acendrados principio morales, sin incurrir en nuestro actual materialismo. Entablé conversación con la señora Lourdes. Ella y su fallecido esposo son oriundos de la región y tras casarse se establecieron en ese lugar. A principios de la década de los años cincuenta fueron visitados por un comerciante que buscaba tejedores para que le fabricaran cestas. Modesto, que así era el nombre del esposo de Lourdes se comprometió a realizar el trabajo. Tras marcharse el comerciante, Lourdes quiso saber como Modesto cumpliría el compromiso. No sabía nada de tejidos. Era solamente un muchacho agricultor, no un muchacho artesano. Sonreiría Modesto y en contraposición a su apelativo aseguraría con orgullo que cumpliría su palabra. Pacientemente destejió y retejió la cesta modelo que su visitante le había dejado. Al fin, triunfante, mostró a Lourdes su logro: una cesta idéntica a la solicitada. No le bastó a Modesto su capacidad para hacer la cesta. Se dedicó con esmero a enseñar el arte a las mujeres de la zona e hizo que tal labor se convirtiese en un modo de vida para muchos de sus vecinos. Modesto murió. Lourdes le sobrevive y cuando habla de él hay emoción en sus palabras. “ Mi marido era un hombre muy inteligente”. Es la frase que expresa su profundo amor e intensa admiración.. . .He decidido titular “Amor y Dignidad” esta pequeña historia porque aún cuando esos valores deberían ser el denominador común del ser humano, cada día pasan más al olvido. La pareja se une y ante cualquier dificultad se desune. Antes de casarse ya anuncia que si le sale mal, se divorcia. Priva mucho aquel viejo refràn “amor con hambre no dura” y cada día es menor la admiración entre los miembros de la pareja por los logros, superaciones o triunfos, pequeños o grandes que cada uno de ellos obtiene. Son innecesarias las alabanzas. Las palabras son fáciles de decir y bastan “mi marido era un hombre inteligente”. Muchas veces sobran. Difíciles son los hechos y los comportamientos en los cuales nos es difícil verter lo vacío de nuestras frases. Y dignidad; ¿dónde está la dignidad de lo narrado?. No es difícil de encontrar. Lo que ocurre es que ya nos estamos acostumbrando a ser menos dignos. Lourdes vive decentemente. Sin lujos pero repito, decentemente. Su casa limpia y ordenada. Junto a Modesto vivió de su trabajo sin mendigar de sus iguales y mucho menos del gobierno. Solo así un país puede crecer. Con ciudadanos dignos. Con ciudadanos que con sus propias virtudes han logrado lo que tienen. No recibiendo limosnas que le permitan lograr lo que su incompetencia o su molicie han impedido. Sea este un elogio al venezolano que hace gala de su integridad y no se suma a los que pregonan “no me den; pónganme donde hay” y que exigen al gobierno de turno satisfacerle sus caprichosos deseos. Con venezolanos como Modesto y Lourdes Mundaraín se podría llevar adelante cualquier país.
José Hermoso Sierra
El artículo anterior fue publicado en Noviembre de 1999 en la revista CANDELARIA TURMERO

UN CINCUENTON LIBRO

Para definir al estadista se han ensayado muchas fórmulas. La que las sintetiza es aquella que expresa que un político es el que piensa en la próxima elección y un estadista el que piensa en la próxima generación. Abundando en el rico tema podría así mismo afirmarse que el estadista vislumbra dilatados horizontes para, consciente de que hacia ello debe proyectar su obra, permanecer indiferente ante las pequeñeces de su momento que buscan irritarlo, limitarlo y manejarlo para el gusto de la galería. En suma, el escoge la gloria en lugar de la popularidad. De igual modo podría definirse al estadista como el hombre que conoce la economía humana al punto de administrar sabiamente la colaboración de sus servidores…Lejos de temer la colaboración de las más poderosas mentalidades de su momento, la buscó empeñosamente para que contribuyera a consolidar la obra de su gobierno. Bien distinto al caso de otros que prefieren exaltar las medianías políticas e improvisar colaboradores para que sean sumisos funcionarios que con la gratitud del cargo inmerecido, tributen todas las obsecuencias y halagos al gobernante. “Porque no es rindiendo vasallaje a la fuerza brutal y agresiva, no es cultivando semillas de discordia y de anarquía, no es proclamando principios destructores como puede librarse una nación de los graves males que la aquejan; es con la idea redentora, con la palabra que ilumina el camino de la verdad, con el culto a la virtud que dignifica el esfuerzo humano, como una sociedad alcanza la superación que anhelan cuantos creen en la eternidad de todo ideal de justicia y de bien”
La tradición y la historia retratan con tonos auténticos a los distintos gobernantes que tuvimos: prepotentes unos, pusilánimes otros, arrogantes los más, insolentes los menos: todos, sin embargo, incursos en el común denominador de poner por delante la fuerza del poder. El texto anterior, obra de Miguel Ángel Burelli Rivas, corresponde al prólogo del libro “El Presidente Cipriano Castro” autoría del ex presidente y general en jefe Eleazar López Contreras. Pero no crea el lector que el prólogo de Burelli Rivas se refiere a Cipriano Castro. Sus palabras son sobre López Contreras, su comportamiento como presidente y su manejo de las situaciones. Las frases entre comillas y en cursiva fueron las palabras de López Contreras cuando en una de sus giras inauguró el nuevo edificio de la Universidad de los Andes. El escrito data de 1957 con motivo de la publicación de la obra. Con más de cincuenta años, aún no pierde actualidad. Su contenido hubiese podido ser de gran utilidad a los que desde esa fecha hasta ahora nos han gobernado. Mentes pequeñitas y ambiciosas que sin pensar en un país que en otras manos pudiese ser, no envidia porque es un instinto bajo sino ejemplo para emular de todo el mundo, lo han convertido en un campo de pasiones irracionales con una población que día a día se degrada bajo la tenebrosa sombra del delito, las drogas, la corrupción y las limosnas, encerrado en el paréntesis de la politiquería ramplona.Sin más comentarios. El texto trascrito de la obra citada habla por si solo.
José Hermoso Sierra

Carlos Rangel. TUPAC AMARU, el reverso de los mitos

El Tupác Amarú histórico fue un descendiente en línea directa de los Incas, emperadores del Perú precolombino. Al rebelarse en 1780, cambió su nombre españolizado por el de un Inca ejecutado en 1659 por Francisco de Toledo, el Virrey que entre ese año y 1582 consolidó definitivamente el dominio español sobre el territorio peruano. Derrotado y preso, Tupác Amarú fue vejado y muerto cruelmente, con lo cual pasó a la historia como mártir y precursor de la independencia latinoamericana. Eso es típico de los equívocos y los mitos de la América Latina. Tupác Amarú se rebeló en nombre del Rey español, Carlos III (1759-88) y contra los abusos de los criollos peruanos. Fueron estos quienes le hicieron frente, lo derrotaron y lo supliciaron, sobre todo para defender sus privilegios de descendientes de los conquistadores, y solo accidentalmente para sostener los derechos de un lejano rey afrancesado, quien desde 1765 había comenzado a molestarlos y a inquietarlos con la extensión a América de ideas modernas sobre una mejor administración y supervisión imperiales, basadas en el sistema francés de delegados (intendentes) de la corona. En este ocaso del Imperio español en América, los criollos americanos, cepa de la estructura de poder de todas las futuras repúblicas independientes, viven emociones y sentimientos contradictorios. La rebeldía exitosa de los colonos ingleses de la América del Norte los fascina. Aspiran a ejercer todo el poder, a tener todos los honores, en lugar de tener que admitir la tutela de España, ejercida por funcionarios peninsulares. Pero a la vez, como amos de una sociedad esclavista, se saben rodeados de enemigos. No solo los indios en apariencia sumisos, pero que de vez en cuando estallan en rebelión como en el Perú en 1780; o como en México en 1624 y 1692; sino además los negros bárbaros y violentos y los pardos humillados y resentidos. En el motín de 1692 los esclavos negros, los pardos y hasta los blancos pobres, llamados en México saramullos, para distinguirlos de los orgullosos criollos, habían terminado por hacer causa común con los indios en una explosión de cólera contra toda autoridad y toda riqueza.Por si todo esto fuera poco, la revolución de Haití les ofreció a los criollos de 1791, una demostración práctica de lo que podía ser la guerra social en las sociedades esclavistas de América, una vez disueltos los vínculos con la metrópoli y resquebrajados los hábitos de autoridad y sumisión. Frente a la masa oscura y enemiga de los esclavos, los siervos y las castas libres inferiores, los criollos se sienten ansiosamente españoles, fieles súbditos del Rey. Criollos pueden haber sido (y fueron probablemente) los verdugos de Tupác Amarú. Criolla también la proclama redactora del bando proclamado en Cuzco tras haber sido ahogada la sublevación (de Tupác Amarú). “Por causa del rebelde, mandase que los naturales se deshagan o entreguen a sus corregidores cuantas vestiduras tuvieren, como igualmente las pinturas o retratos de los Incas, las cuales se borrarán indefectiblemente como que no merecen la dignidad de estar pintados en tales sitios “Por causa del rebelde, celarán los mismos corregidores que no se represente en ningún pueblo de sus respectivas provincias, comedias u otras funciones públicas de los que suelen usar los indios para memoria de sus hechos antiguos. Por causa del rebelde, prohíbense las trompetas o clarines que usan los indios en sus funciones, a las que llaman potutos, y que son unos caracoles marinos de un sonido extraño y lúgubre. Por causa del rebelde, mandase a los naturales que sigan los trajes que le señalan las leyes, se vistan de nuestras costumbres y hablen la lengua castellana, bajo las penas más rigorosas y justas contra los desobedientes”. Pero los mismos criollos que lanzan o suscriben en 1781 esa proclama de ocupantes, van a partir de 1810 a declararse “indios honorarios”, herederos y vengadores del Buen Salvaje. El himno del Perú independentista designa a Lima (la más española, junto con México de las ciudades hispanoamericanas) heredera del odio y la venganza del Inca, su legítimo señor y libre de nuevo después de tres siglos de dominación extranjera El himno de la Argentina asegura que con la guerra de emancipación, los Incas se conmovieron en sus tumbas por la emoción de ver “a sus hijos” renovar el “antiguo esplendor de la Patria”. En Ecuador, José Joaquín Olmedo, suerte de poeta laureado de la Gran Colombia, imagina (en 1825) al Inca Huaina Capac, montado en una nube, jubiloso de que, tras haber tenido que ver desde ultratumba.“correr las tres centuriasde maldición, de sangre y servidumbre” esté ahora despuntando la hora feliz en la que empieza“la nueva edad al Inca prometida”. Entre tanto, la situación de los indios no míticos, o muertos y enterrados desde antes del descubrimiento, sino vivos y de carne y hueso, siguió donde quiera siendo igual o peor que antes de la ruptura con España. La administración colonial española estaba a cargo de peninsulares sin intereses privados en América, ni nexos de sangre o prolongada familiaridad con la oligarquía criolla. Para estos funcionarios, Virreyes, Intendentes o Capitanes Generales, las castas americanas eran un hecho político a manejarse con el expediente de una prudente mediación entre unas y otras. Además, si bien no había en ese gobierno preocupación alguna de equidad social, tal como hoy la entendemos, y es obvio que en el arbitraje entre las castas, los criollos llevaban de lejos la mejor parte, si había alguna preocupación de justicia, y rastros de la controversia (vivida por la España cristiana del siglo XVI, sobre la humanidad y los derechos de los aborígenes de América) que había dado promulgación de las llamadas “Leyes de Indias” donde figuraban numerosas disposiciones destinadas a proteger los indios.En contraste, los gobiernos republicanos de Hispanoamérica van a ser todos representativos exclusivamente de implacables hacendados criollos o (en el caso de países removidos socialmente por la guerra) de aún más implacables hacendados pardos; oligarquías que no tendrán otra preocupación ni otra meta que mantener intactas las estructuras sociales basadas en el latifundio y el peonaje. Los frecuentes cambios de gobierno, las llamadas “revoluciones” latinoamericanas, no van a ser sino perturbaciones superficiales en un agua estancada. Para colmo de injusticia, cuando hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX las clases dirigentes latinoamericanas comiencen a formular explicaciones o excusas por el fracaso de sus sociedades en comparación con la sociedad norteamericana, es al indio, al negro y a la mezcla de razas a quienes van a a culpar; y esa explicación va a preceder primero, y luego a coexistir durante algún tiempo con la que hoy está de moda y que atribuye exclusivamente al imperialismo norteamericano el atraso y la frustración de América Latina.

Carlos Rangel. Del buen salvaje al buen revolucionario. Del buen salvaje al buen revolucionario, editada originalmente en 1976 es obra de Carlos Rangel (Caracas 1929-1988). Se desempeñó como profesor en universidades de Nueva Cork, Bruselas y Caracas. En calidad de periodista, junto a su esposa Sofía Imber estuvo al frente del programa “Buenos Días”. Director de la revista Momento y articulista en las páginas de opinión e Venezuela, México, Estados Unidos y Europa. Entre sus obras, además de la antes citada están El tercermundismo y Marx y los socialismos reales y otros ensayos

JUAN NUÑO: Árabes y Judíos

Juan Nuño resultaba disociante y escabroso para muchos. Filósofo iconoclasta, derrumbador de mitos y religiones -que a fin de cuentas es lo mismo- , siempre con la verdad como lanza murió hace algunos años. Para quienes le leímos, no es un recuerdo; es una realidad. Realidad espantosa para quienes se refugian en icono, glorias pasadas y pasiones injustificadas. Escribió Jesús Sanoja Hernández en la serie "50 imprescindibles" con fecha 06-09-88:"No fue hombre fácil: lo fácil para él era la palabra, escrita y hablada, temible en la controversia, adelantado en la difusión y crítica de autores y tendencias. Por lo mismo, polemizó en exceso: con Eduardo Vásquez, con Ludovico Silva y para nombra de último al último, con Emeterio Gómez En fin, llevaba por dentro la carga dinamitera propia del español y el judío". Con relación al libro que recién publicaba, Argenis Martínez escribió: Polémico y contundente, Juan Nuño supo siempre develar las aristas más agudas de la realidad hispanoamericana -especialmente de la venezolana- a través de sus artículos publicados en la prensa. Con una prosa clarísima, llena de ironía y humor, no se apartó de la fuerte vocación de postular la verdad, sin pretender convertir su pensamiento en dogma" Copio a continuación uno de sus tantos artículos referido a un eviterno tema. Ha pasado más de una década desde que lo escribió pero el planteamiento es el mismo, tal vez cambiando algunos nombres.
José Hermoso Sierra
Miss Fray era aquel delicioso personaje, mitad profesora, mitad espía, irremediablemente spinster, que en The lady vanishes del gran Hitchcock recomendaba: «No pienso que se deba juzgar a un país por su política. Después de todo, los ingleses somos honrados por naturaleza, ¿o no?» Ahí está la cuestión. Una cosa es la política de cualquier país y otra el país, sus habitantes, la gente. En el caso de Israel, a la hora de juzgarlo, siempre se maneja una doble mala fe: desde fuera y por parte de los propios israelíes. Lo extraño es que se trata del mismo juego en ambos casos: proceso de intenciones. A Israel nunca se le juzga por lo que hace, sino por lo que no debería hacer jamás. Aun peor: se le juzga tanto por lo que hace como por lo que no debería hacer. Por tratarse de un Estado judío, no debería perseguir ni reprimir a nadie, pues como todos saben, habiendo sido perseguidos tanto tiempo, ya no tienen derecho los judíos a perseguir a nadie. Lo suyo es sufrir, en silencio a ser posible, ya sea como individuos o como colectividad, en tanto Estado de Israel. Que los bobbies abandonen su tradicional flema en Notting Hill y se líen a bastonazos con cuanto negro proteste por las infrahumanas condiciones de vida en los ghettos proletarios es cosa aceptada por el resto del mundo como algo inevitable, el mal necesario. Si los educados gendarmes franceses «pasan a tabaco» a cuanto meteco, indocumentado o sospechoso meten caprichosamente en el panier à salade, se acepta como el estado natural de las cosas: para eso está la policía. El sic de coeteris. Ah, pero si el que da los bastonazos o dispara las bombas lacrimógenas es el Estado de Israel, el clamor es entonces universal: ellos no, por favor, en tanto sean judíos no tienen derecho a reprimir a nadie. Por su parte, los protagonistas del drama, los malvados israelíes, no se quedan atrás a la hora de repartir mala fe argumental. Empiezan por mentir diciendo cómo no son las cosas: siempre son los árabes los que no quieren la paz, y continúan protestando por su alterada inocencia: de acuerdo, aceptan, han tenido que pegar un poco, lo sienten mucho, pero ésa no era su intención. Su intención, ya se sabe, era hacer un Estado ideal, otro sueño, todos hermanos, sin oprimidos ni opresores; aquella bobada bíblica del cordero paciendo junto al lobo. Desgraciadamente las circunstancias, de momento, les obligan, pero ellos, con harto dolor de su corazón, se ven arrastrados, qué más quisieran, prometen ser buenos, esto parará pronto, un poco de comprensión. Qué irritantes pueden ser: ¿por qué diablos tienen que justificar a cada paso lo que hacen? Son un Estado como cualquier otro, ni mejor ni peor, tienen problemas sociales y de orden público como cualquier Estado y proceden a reprimir como cualquier gobierno dotado de fuerzas represivas. ¿No querían un Estado? Bueno: ya lo tienen, pero que no pidan además que se les ame y se les comprenda en todo lo que hacen. Un Estado es eso: unos contra otros, en forma suave y escondida, o abierta y brutal. Si tanto les molesta ser juzgados, sólo tienen que abandonar la idea de Estado y volver a la condición pasiva de la diáspora. Y si acaso eso les parece un precio muy alto, que sigan siendo Estado y se dejen de estar dando explicaciones. Que aprendan de una vez por todas que Sartre tenía razón cuando dijo que la política era llenarse las manos hasta el codo de mierda y de sangre. No pueden pretender ganar en los dos tableros: el de la Realpolitik y el de la humana comprensión. O son judíos, en el sentido de víctimas, el único que entiende el resto del mundo, o son israelíes, en tanto perseguidores de sus enemigos. Cada vez les va a ser más difícil seguir siendo ambas cosas.Lo que sucede en los territorios ocupados por Israel es para escandalizarse. En cambio, nadie se rasga las vestiduras por lo que hace muchos años ocurre en Irlanda del Norte. La gentil Mrs. Thatcher mandó a matar en Gibraltar, sin decir tiro va, a tres irlandeses, y apenas si la seráfica e inútil Amnistía Internacional se ha dado por enterada. En la revuelta de los armenios en el sur de la URSS muere gente; hasta nuevo aviso, Afganistán sigue ocupado por el invasor soviético. Todos esos sucesos son considerados «normales»; la monstruosidad se concentra en lo que hace Israel. Nadie ha vuelto a hablar de la brutal ocupación siria del Líbano, que también produce víctimas; ni del aplastamiento de los kurdos por turcos, iraquíes e iraníes. Para no fijarse en África, continente de todas las desgracias. Nada de eso interesa comparado con la terrible represión israelí en Gaza y Cisjordania. Por supuesto que es terrible, como todo lo que afecta a esa región; que allí se concentren los males del mundo no debe extrañar si se piensa que de allí salieron las tres terribles religiones monoteístas. Pero convendría empezar a trascender la anécdota, por dolorosa que sea, y tratar de ver más allá de los muertos, por inocentes que resulten. La triste y fundamental verdad es que el clima de violencia beneficia tanto a Israel como a los palestinos. Si por uno de esos milagros, a los que también son adictos los creyentes de tales religiones, de pronto descendiera la paz en las tierras bíblicas, Israel, por un lado, y el pueblo palestino, por otro, se enzarzarían en la más atroz de las contiendas intestinas. Para Israel, la permanente amenaza palestina es garantía de unidad nacional; el día en que esa amenaza cesara (tal sería el milagro), no resultaría improbable que Israel se rompiera en varios pedazos: tantas son sus tensiones sociales y aun raciales. En cuanto a los palestinos, no parecen tener mucho futuro, fuera de matar y morir, como hasta ahora. Los jordanos no quieren nada con ellos y bien que lo probaron en aquel oscuro mes de septiembre; del Líbano ya los echaron una vez; los israelíes le han ofrecido Gaza a Egipto en más de una ocasión y los egipcios han respondido que ni hablar, que no quieren palestinos en su territorio. Eso para no mencionar las divisiones internas de la OLP, aguantadas con alfileres gracias a la agresión israelí; el día en que esa agresión dejara de existir Arafat y Habash (para sólo citar los dos más conocidos) se entredegollarían en menos de una hora. Será todo lo cínico que se quiera, pero en ciertas ocasiones (como ésta) es muy recomendable el estado de guerra.Si a eso se añade el juego de las superpotencias, no se ve que aclare el horizonte. Tampoco a EEUU y la URSS les conviene la paz; tanto uno como otro perderían influencia en la zona. En especial los rusos, pues si todo estuviera en paz (otra vez el milagro imposible), los sirios, por ejemplo, no tendrían que depender de ellos, tardarían muy poco en volverles la espalda y de paso olvidarse de los miles de millones que les deben. De modo que, por fas o por nefas, a unos y a otros les conviene que siga la zapatiesta. A todos. Y puestos a ser cínicos, pudiera decirse que hasta a los muertos, pues para vivir en las miserables y horrendas condiciones en que están viviendo esos desgraciados, mejor es morir dando la cara.Un clásico de la moral del siglo XX, Adolf Eichmann, lo expuso bien claro: «si mueren unos pocos, es una catástrofe; cuando se trata de millones sólo son estadísticas».


Juan Nuño: (1927-1995). Nacido en España. Filósofo. Fue profesor de filosofía en la Universidad Central de Venezuela. Colaborador en publicaciones continentales periódicas de prestigio. Entre sus más importantes obras se cuentan Sionismo, marxismo y antisemitismo, La veneración de las astucias, la escuela de la sospecha, Escuchar con los ojos, Doscientas horas en la oscuridad y La filosofía de Borges. Fue articulista en la página de opinión de El Nacional, donde presentaba opiniones y lineamientos sencillos y amenos, dirigidos al “grosso” público, obviando los profundos conocimientos filosóficos expuestos en otras obras destinadas a lectores más especializados. Falleció en Caracas el 5 de mayo de 1995.

TU TIENES EL RELOJ. YO TENGO EL TIEMPO...

entrevista realizada a MOUSSA AG ASSARID
por Víctor A. Amela
¿Cuándo naciste?
-No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles....! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo-
¡Qué turbante tan hermoso...!
- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.-
Es de un azul bellísimo...-
A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados....-
¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?-
Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.- ¿Por qué?- Es el color dominante: el del cielo; el techo de nuestra casa.-
¿Quiénes son los tuareg?-
Tuareg significa "abandonados" , porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.-
¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.-
¿A qué se dedican?-
Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...-
¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.-
¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?-
Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!-
¿Sí? No parece muy estimulante. ..-
Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.- Saber eso es valioso, sin duda...- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!-
Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!-
¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...-
¿Tanto como eso?-
Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.-
¿Qué pasó con su familia?-
Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome....-
¿De dónde salió esa pasión por la escuela?-
De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo....-
¿Y lo logró?
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.- ¡Un tuareg en la universidad. ..!- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas:allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.-
Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?-
Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!-
Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...- Fascinante, desde luego...- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...- Qué paz...- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

¿LA DESTRUCCION DEL IMPERIO?

Kevin Rudd, Primer Ministro de Australia, ante ciertos inconvenientes con minorías inmigrantes en Australia, comentó: A los musulmanes que quieren vivir bajo la ley Islámica se les dijo el miércoles que se vayan de Australia, cuyo gobierno ha emprendido una campaña contra los radicales en un esfuerzo para evitar potenciales ataques terroristas.También Rudd despertó la furia de algunos musulmanes australianos cuando declaró que él ha dado todo su apoyo a las agencias de contrainteligencia australianas para que espíen las mezquitas que hay en la nación
Citamos:"SON LOS INMIGRANTES, NO LOS AUSTRALIANOS, LOS QUE DEBEN ADAPTARSE. "O lo toman o lo dejan. Estoy harto de que esta nación tenga que preocuparse si estamos ofendiendo a otras culturas o a otros individuos. Desde los ataques terroristas en Bali, estamos experimentando un incremento del patriotismo en la mayoría de los Australianos. Nuestra cultura se ha ido desarrollando durante dos siglos de luchas, tribulaciones y victorias por parte de millones de hombres y mujeres que buscaban libertad. Hablamos principalmente INGLÉS, no Español, Libanés, Árabe, Chino, Japonés, Ruso o cualquier otro idioma. De modo que si usted quiere formar parte de nuestra sociedad, aprenda nuestro idioma. La mayoría de los Australianos creen en Dios. Esto no es una posición Cristiana, política o de la extrema derecha. Esto en un hecho, porque hombres y mujeres cristianos, de principios cristianos, fundaron esta nación. Esto es históricamente comprobable. Y es ciertamente apropiado que esto aparezca en las paredes de nuestras escuelas. Si Dios le ofende a Usted, sugiero que considere vivir en otra parte del mundo, porque Dios es parte de nuestra cultura. Aceptamos sus creencias y sin preguntar por qué. Todo lo que pedimos es que Usted acepte las nuestras, y viva en armonía y disfrute en paz con nosotros. Éste es NUESTRO PAÍS, NUESTRA PATRIA y ESTAS SON NUESTRAS COSTUMBRES Y ESTILO DE VIDA y PERMITIREMOS QUE DISFRUTEN DE LO NUESTRO pero cuando dejen de quejarse, de lloriquear y de protestar contra nuestra Bandera, Nuestra lengua, nuestro compromiso nacionalista, Nuestras Creencias Cristianas o Nuestro modo de Vida, le animamos a que aproveche otra de nuestras grandes libertades Australianas, EL DERECHO DE IRSE. Si Usted no está contento aquí, entonces VÁYASE. Nosotros no le obligamos a venir aquí. Usted pidió emigrar aquí. Así que ya es hora de que acepten el país que les acogió".
El discurso de este mandatario trae a mi mente una reflexión. La mayor potencia del mundo, Estados Unidos de Norteamérica se formó con inmigrantes. Primero laboriosos, rígidos y disciplinados colonos ingleses y luego un alud de centro europeos que contribuyeron definitivamente a consolidar su desarrollo. El patriotismo de los gringos, el amor por su país, su alta competividad les hizo anexarse territorios por la fuerza o por la compra. Fueron las fuerzas decisivas para acabar con Hitler y pudo ponerle un freno al expansionismo soviético, liderizado en esos tiempos por un psicópata como Stalín y un exacerbado Krushev. Sin los gringos, este escribidor, por el color de su piel, tal vez formaría parte de la lámpara de lectura de algún nazi homosexualizado o tal vez, por mi rebeldía, me hubiesen mandado a Siberia porque por estos lados Fidel y sus seguidores serían los factores decisivos. Ya comenzando los 60 se inicia la autodestrucción de USA. Un grupo de somnolientos vagos, consumidores de LSD, marihuana, cocaina y otros psicotrópicos empiezan a imponer sus criterios y como son minorías, hay que respetarles. Surge un idolo deportivo, un Cassius Clay arrogante, egocéntrico, que por temor a las balas prefiere hacerse musulmán que ir a Vietnam. O por un Oliver Stone que filma Platoom logrando criminalizar a los soldados que pelearon en Vietnam, logrando que grupos de desadaptados los reciban a pedradas y tomatazos, exponiéndolos al desprecio público Realmente en la totalidad de estas personas no privaba el deseo de la paz sino el miedo de ir a la guerra. Algo parecido a algunas personas que por temor al trabajo prefieren hacerse socialistas. Así logrará que todos seamos iguales y que las ventajas que logramos los que pasamos una vida trabajando sean aprovechadas por ellos. Igualando si, pero hacia abajo. Surge una juventud de malolientes hippies, barbudos, llenos de piojos, adoradores de los Beattles y cosas similares. Detestan a sus padres pero viven de ellos porque son incapaces de producir. Empieza la descomposición del país. Luego empieza a ingresar ilegalmente una inmigración poco especializada. que con el tiempo se va convirtiendo en un grupo decisivo gracias a que “protegiendo a las minorías” van logrando cuotas de poder. El ideal de esa minoría era fiel el denominado “sueño americano” y aunque muchos de ellos fueron honestos y trabajadores, no faltaron quienes armaron grandes pandillas de delincuentes que azotaron con sus crímenes, atracos y drogas muchas ciudades norteamericanas hasta un punto en el cual las autoridades se vieron obligados a expulsarlos a sus países de origen. Ese sueño comunista de ver destruido el imperio se está haciendo una realidad. Pero no están destruyendo aquel imperio contra el cual luchaba Stalin o Kruschev o el que odiaba el “manos tintas en sangre” del Ché Guevara. Lo que están destruyendo es un país donde las minorías han impuesto su criterio, un país desbordado por la droga y la inmoralidad donde ya no existen aquellos gringos, que equivocados o no defendían su país a toda costa, aún por las armas sin que para esto último fuese necesario llevar a cabo una recluta como por aquí se acostumbraba u ofrecerles la virginidad de las perfumadas oligarcas. Vemos que en muchos países de Europa los inmigrantes exigen no ser expatriados porque ¿Qué van a hacer en sus paupérrimos países de origen? Y no lo piden, ¡¡LO EXIGEN¡¡. Algo parecido a cuando usted recoge un indigente y lo aloja en su casa. Y entonces el recogido quiere tener los mismos derechos suyos sin los debidos merecimientos. Vanos han sido los esfuerzos de nuestros gobiernos (?) para pretender evitar lo que denomina el “colonialaje cultural”. Han tratado de poner en la radio el 1 x 1, hemos tenido campañas de “compra en Venezuela” y quien sabe cuantas cosas más que no recuerdo pero lo que escuchamos en las radios son vallenatos, reegaton y cosas por el estilo ¿Globalización?
José Hermoso Sierra

GUZMAN BLANCO. los falsos próceres

Dentro del cúmulo de tesoros que sobre la acera exhibía un librero en una de las esquinas de Maracay encontré algo verdaderamente apasionante, al menos para mí, amante de la historia y voraz lector de autores desprejuiciados. El título de la obra es “Un irlandés con Bolívar” y su autor Francisco Bourdet O´Connor. Un agregado al título, que resume su contenido señala: “Recuerdos de la Independencia de América del Sur en Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú y la Argentina por un jefe de la Legión Británica de Bolívar”. La obra fue escrita en 1869 y su primera edición se imprimió en Tarija, región boliviana dolor de cabeza actual para Evo Morales. Evidentemente, para el momento en que se escribió, los recuerdos de O´Connor eran frescos y lucen imparciales. Su admiración y respeto por Simón Bolívar y Antonio José de Sucre son evidentes aunque sin caer en el mal sabor de la genuflexión. ¿Cuál es el valor de esta obra? Por supuesto no es grandiosa como ejemplo de literatura. Es valiosa por la historia menuda que vierte en sus páginas, por la exposición a las tristes realidades enfrentadas por Bolívar y Sucre; las traiciones, las hipocresías, las imposturas de los que más tarde, siendo triunfadores, se convirtieron en héroes tras la manipulación de “escribidores” u oradores adulantes o de congresos nariceados.

Recuerdo cuando en mis estudios de primaria me obligaron a leer Venezuela Heroica de Eduardo Blanco. Montados en el techo de la casa de mi compañero Arturo Liendo, tras leer alguna de las narraciones, aún siendo unos niños, nos reíamos de las mismas. Parecía el asunto un restaurante de chinos actual. Yeso y plástico. Un verdadero ditirambo para emular los no menos exagerados clásicos griegos que, vaya mala suerte, tendríamos que digerir en el bachillerato. ¿Alguna vez hemos buscado el origen de los títulos que han endilgado a nuestros presidentes, militares y supuestos héroes? ¿Quién se los ha otorgado? Valiente ciudadano, Gran Demócrata y hasta un “mariscalato” (proviene de Mariscal, como generalato proviene de General) para Falcón, que como militar nunca fue gran cosa. Pero creo que el colmo de los elogiados fue Antonio Guzmán Blanco, trasladado al Panteón Nacional, monumento funerario donde se mezclan los que son y los que no son; donde Bolívar y otros deben sentirse tan incómodos que tal vez en el más allá se comunicaron con Miranda para que no permita que se encuentren sus restos y los coloquen en ese lugar.

Guzmán Blanco fue el gran depredador del tesoro nacional. Quienes le alaban mencionan como su logro más valioso la implantación de la educación pública. Pero ¿en realidad la implantó? Porque que yo sepa la educación fue elitesca y escasamente difundida hasta la llegada de Medina Angarita al poder. Venezuela carecía de escuelas y quien vivía en un pueblo del interior no tenía otra oportunidad que mudarse a la capital del estado para completar su primaria o hacer ingentes sacrificios si quería tener una carrera universitaria porque solo dos o tres ciudades contaban con ese recurso.

Su denominado “quinquenio” iniciado en 1879 lo inaugura con el entreguista Protocolo Rojas-Pereire. En los medios públicos financieros tal convenio resultó un escándalo de gran magnitud y motivo de burlas para nuestra nación. Con este protocolo le entrega al financista franco-portugués Eugene Pereire, con el fin de ser colonizadas por inmigrantes, la totalidad de las tierras baldías que se necesitasen. No bastando con esto le cede; descubiertas o no, las minas de oro, plata, y plomo así como yacimientos de guano, kaolín y asfalto. La exclusividad en la explotación única y exclusiva de los bosques del Amazonas, la colonización de las islas venezolanas en el Caribe, el monopolio de la navegación de los ríos Orinoco, Apure, Arauca. Como si esto era poco, también se le autorizó a fundar la Casa de la Moneda, una fábrica de explosivos y docenas de cosas más. Por supuesto, la magnitud de tal empresa requería inmensos capitales con los cuales no contaba el franco portugués y el asunto se fue al fracaso, aunque Guzmán se llevó entre las garras algún beneficio.

Como buen patriarca en 1883 cede al norteamericano Horatio R. Hamilton, marido de una sobrina, la concesión para explotar el lago de asfalto de Guanoco. Hamilton no la explota. Simplemente la negocia en Nueva York. Esta fue la posteriormente denominada The New York & Bermúdez Co. que más adelante, aliada con el General Matos, trató de derrocar a Cipriano Castro de la presidencia del país. Por supuesto, todos sus familiares cercanos se enriquecieron. Su egolatría le llevó a lograr el matrimonio de sus hijas con nobles venidos a menos, atraídos no por la belleza de las damas sino por la fortuna del futuro suegro.

En 1877 Guzmán se va del país. Deja la presidencia en manos del turmereño Francisco Linares Alcántara, uno de sus incondicionales. Nada más irse, comienza Linares a quitarle el piso. Pero Guzmán cree tener asegurado su futuro. Vive en un lujoso palacio construido en la Calle Copérnico de París, donde dilapida su fortuna y hace gala de su inmensa vanidad, molestándose cuando acude a un restaurante e ignorante del francés, pretende que el maitre le lea la carta de condumios en castellano. Pero antes de regresar a Venezuela, actuando como Ministro Plenipotenciario modificó el acuerdo de laudo arbitral firmado con los colombianos que habría de someterse al arbitraje del rey de España, ampliando las facultades de este en la toma de decisión, cambiándole funciones desde juez de derecho a juez de hecho, cambio considerado por analistas del tema como un gravísimo error que al final fue desfavorable para Venezuela

María Elena González Deluca investigó su fortuna, Guzmán documentaba sus bienes con precisión, y la historiadora le consideró el venezolano más rico del siglo XIX. Pero esto no le bastó. Venezuela entera supuestamente le rendía honores y un inventario de la época lista su egolatría: El estado Mérida se denominó Guzmán. Había en el plano de Caracas de 1875 la esquina de Guzmán, el puente Guzmán Blanco, la Calzada Guzmán Blanco, la calle Ilustre Americano, La escuela Federal Guzmán Blanco, el Paseo Guzmán Blanco y la Plaza Guzmán Blanco. Existían además, haciendo alusión a sus campañas militares la Plaza de Abril y el Campo de Abril. Guzmán Blanco también era el nombre del acueducto, complementándose con dos estatuas, una ecuestre en los altos del Calvario y una pedestre, frente al Capitolio Federal. Contaba además con los títulos Héroe de Abril, Ilustre Americano, Autócrata Civilizador, Regenerador de Venezuela, además de miembro de la Academia Venezolana de la Lengua y designado su primer director, cuando como señaló Pino Iturrieta solo se destacó por las amorosas cartas que escribió a su esposa de quien por cierto tomo sus nombres para las iglesias gemelas Santa Teresa y Santa Ana ubicadas en Caracas. Sus restos se depositaron en el Panteón Nacional en Agosto de 1999. Pero, ¿saben ustedes como le apodaba el pueblo? Simplemente el Gran Manganzón.

José Hermoso Sierra
25-07-08




MI RECONCOMIO

(escrito el día siguiente a la votación para la enmienda constitucional y válido - tal vez- para todos los procesos eleccionarios)

Por supuesto que lo voy a escribir el día después. Tras los resultados de la votación sobrarán, los resignados, los que exclaman que no votarán más o los que expresarán que hubo fraude. Como de costumbre, siempre culparemos a alguien por nuestros fracasos. Los gringos, los conquistadores, los selenitas o el caimán que estaba a la puerta de nuestra vivienda impidiéndonos la salida. Pero ¿Porqué Chávez permanece en el poder? Muchos lo saben pero no se atreven a expresarlo. Darlo a conocer es impopular Nos resta fuerza. Podemos perder. Uno de los grandes acusados son los abstencionistas. Conocí hoy a algunos de ellos. El común denominador de la repuesta a la pregunta del porqué de su abstención ha sido: SON IGUALITOS.

La campaña electoral por parte de ambos bandos se limitó a las consignas. Por una parte, Chávez no se va y por la otra, No a la enmienda. Pero en el fondo no fue más que una forma de medir fuerzas. Creo que fue Guzmán Blanco quien dijo que si el gobierno contra el cual se combatió en la guerra de la Federación hubiese sido liberal, los alzados hubiesen sido conservadores. Cuestión de oponerse.

Pero creo que el problema hay que buscarlo dentro de nosotros mismos. ¿Quiénes son las cabezas visibles de la oposición? Una caterva de fósiles, por supuesto con pocas excepciones, desprestigiados por sus actuaciones o por sus comportamientos. Siempre añoramos el pasado ignorando que antes no había penicilina, ni computador, ni Internet. Particularmente creo que en Venezuela no ha existido ningún gobierno bueno. Todos en una u otra medida fueron corruptos, ineptos y populistas. Haga una lista de los voceros de la oposición y comience a preguntar ¿De que viven? ¿Como mantienen sus hogares? ¿Y ese automóvil de donde salió? ¿Trabajan igual que el resto de los mortales? Esa gente, entrevistados con frecuencia que hablan en nombre mío no realiza ninguna actividad productiva y con seguridad viven muy bien. Tal razón les quita peso moral y la oposición es inoperante. Vivimos de la humorada vulgar del comandante Macario, nos deleitándonos con los improperios del Conde o con los chistecitos o runrunes de Internet o del celular. que solo satisfacen nuestro odio o nuestro deseo de burla pero que en nada quita o pone un voto a las partes. Se olvidó por parte de ambos bandos la contienda ideológica y el gobierno sabe que le basta con hacer populismo mientras la oposición no sabe que hacer.

Verdaderamente me gustaría tener una oposición dirigida por gerentes, intelectuales, obreros, educadores, estudiantes, amas de casa, etc. que nunca hubiesen sido políticos de oficio. Pulcros de alma. Guerreros, que con el esfuerzo propio tratan de lograr una posición en la vida y que aunando sus esfuerzos, logren un país que realmente progrese. Así podremos llegar a elegir un líder que se dignifique a si mismo y a los venezolanos cuando en su programa político exprese que quien no trabaje no comerá y que quien no luche, en la medida de su capacidad, no sobrevivirá. Pero eso es impopular. Tirios y troyanos, valga lo impropio de la expresión pero lo popularizado de la misma, coinciden en sus declaraciones populistas y así nunca el país avanzará. Recordemos aquel dicho gringo: “No pain, no gain” que en nuestro refranero equivaldría a “quien quiere azul celeste, que le cueste”, circunstancia odiada por aquellos que les gusta “la papa pelada”. Veremos las próximas votaciones, seguramente a la vuelta de la esquina.

José Hermoso Sierra
Febrero 2009.

ESCALOFRIANTE

Mucho tiempo transcurrió para que Galileo hiciera uso de un telescopio que hoy sería objeto de rechazo por su imprecisión y primitivismo pero que sirvió al eminente hombre del renacimiento para echar por tierra todas las teorías reinantes hasta ese momento que daban por cierto el egoísta enunciado de que la tierra era el centro del universo. El avance científico permaneció prácticamente inamovible hasta mediados del siglo XIX cuando se inicia la era del maquinismo y el hombre inicia un tímido avance tecnológico. Los que pasamos la sesentena de años, eufemísticamente denominada tercera edad para no decir ancianidad, vimos muy pocos progresos hasta que llegamos a pisar los cuarenta años. De un radio de tubos, impreciso en su selección de emisoras. pasamos al transistor y allí comenzamos a conocer lo digital, a lo cual muchos temieron y en consecuencia rechazaron, convirtiéndose así en momias con movimientos. Durante este año ha celebrado la humanidad los 40 años de la llegada del hombre a la luna pero ¿Sabe usted querido lector que equipo de computación equipaba la misión? Fue uno de las primeras en utilizar circuitos integrados; su procesador tenía una velocidad de 1 megahertz, la memoria RAM era de apenas 4KB ¡¡ Un millón de veces menos de lo que hoy posee un computador común!! y apenas 32 KB de memoria ROM cuando hoy hablamos de megas. Creo que en la actualidad no existe un equipo con tan escuálidas especificaciones. ¡Y con eso el hombre se atrevió a llegar a la luna! Bueno; todavía hay seres humanos que aseguran que el asunto fue solo una gran mentira de los gringos.

Escribir estas cosas son el resultado de haber leído un interesante artículo de Rafael Arraiz Lucca, inteligente y ameno columnista del diario El Nacional. En un artículo titulado “Cuando llegue el futuro” menciona que para el año 2013 será lanzado al espacio el telescopio astronómico James Webb que permitirá ampliar notablemente nuestro conocimiento sobre la Vía Láctea. Citando los comentarios de científicos espaciales se señala que más del 80% de nuestro universo está hecho de “materia oscura”, algo totalmente desconocido e imposible de observar ópticamente. Continúa el articulista explicando que solo conocemos el 5% del universo (algo así como lo que utilizamos de nuestro capacidad cerebral) y que de acuerdo a lo expuesto por Lyman Page, un cosmólogo de la Universidad de Princeton, solo un 4% de nuestro universo está compuesto de las cosas con las cuales estamos hechos nosotros, 22% de materias nunca vistas en la Tierra y 74% de algún tipo de fuerza o energía que “debe aún encontrar una explicación en cualquier teoría fundamental de la naturaleza” En consecuencia, la posibilidad de encontrar extraterrestres similares al humano, se reduce notablemente. Ohhh vanidad, como te sentirás de bien con esta noticia…

Pero lo que más me hizo reflexionar de ese artículo es el señalamiento de Richard Clarke quien se desempeñó como Coordinador de Seguridad en los Estados Unidos de Norteamérica: Nuestros cerebros biológicos, con sus memorias formadas por hormonas y elementos químicos, se podrán ampliar interconectándolas con chips de memoria. En el mercado actual se encuentran con facilidad memorias con 128 MB. Al cerebro humano, en blanco, le es estimada una capacidad de memoria de unos 20MB que al desarrollarse se expande hasta 1000 millones de veces más. No obstante, si nos pudiesen agregar unos cuantos chips especializados podríamos ser multilingües o expertos en historia universal y con gran facilidad podríamos desechar nuestras modestas bibliotecas. Pero el asunto no se queda allí: Esos dispositivos podrían estar conectados con una red similar a la actual Internet y así acceder a cualquier conocimiento universal.

Solo me queda una pregunta ¿Será necesario ir a la escuela? ¿Un estado interventor no nos implantará un chip para ideologizarnos?

Antes de concluir, expreso mi condolencia y empatía con mi amigo Omar Guarirapa y su apreciada familia por el fallecimiento de Claudia, una inteligente mujer a quien conocí desde niña. Apegada a sus estudios con tal énfasis que se sentía indispuesta cuando sus notas no eran lo que ella deseaba. Graduada suma cum laude como médico, especializada en oftalmología con diversos estudios de postgrado. Venezuela ha perdido una venezolana ejemplar… pero lo héroes mueren jóvenes y héroes no son solo aquellos que se valen de las armas.

José Hermoso Sierra