lunes, 29 de noviembre de 2010

PEDRO PENZINI. El patriarca del trote

El Patriarca del trote

Hoy me enteré de la muerte de Pedro Penzini. El patriarca de los trotadores. Autor del best seller “Correr es Vivir” y de la columna con el mismo nombre que por años se publicó en El Nacional. Guía de muchos, entre ellos yo, que aun cuando nunca fui un trotador, hice numerosos intentos para serlo y todas las mañanas me tomo un colorido rosario de píldoras que entre otras cosas sirven para bajar el colesterol, mejorar la memoria, reforzarme con vitaminas, evitar el riesgo de cáncer y quien sabe cuántas cosas más.. No obstante hago algunos ejercicios matutinos, entre ellos caminar. De un ex compañero de clases, más no de estudios porque nunca estudié, recibí un libro en el cual explica como emular a Matusalén, viviendo unos 300 años. Le expliqué mi “posición” corporal: algo de obesidad, azúcar ligeramente elevada pero sin superar el tope. Colesterol y trigicéridos bajos, antígeno prostático bajo, hipertensión arterial controlada con medicamentos, dieta baja en carbohidratos pero muy rica en proteína, incluyendo chinchurrias, morcillas, chorizos, salchichones y congéneres; un par de la deliciosa cuba libre el sábado y el domingo o alguna sangría industrial. Cuarenta años como fumador de cigarrillos y tras abandonar el vicio por unos 15 años, fumo pipa y alguno que otro tabaco, claro, como se hace: sin aspirar el humo aunque no dudo que igualmente invade mis pulmones. La repuesta de mi ex compañero de clases: Tendrás graves problemas dentro de dos años. Me asusté y comencé a hacer los ejercicios por el recomendados. Según él, el más importante son las sentadillas. Al principio me costaba mucho hacer una serie de tres. En dos o tres meses ya hacía cuatro series de treinta sentadillas cada una. O sea, ciento veinte sentadillas. Al final del último mes me salió otra hernia inguinal. Pero allá en Higuerote vive Beatriz. Beatriz es mi querida suegra –y lo escribo en serio: MI QUERIDA SUEGRA. Si se trata de beber, me supera con creces. Amanece festejando. Se acuesta a las cuatro de la madrugada y a las 7 está haciendo las arepas. De inmediato sale en su automóvil a comprar alguna cosa para el mondongo del mediodía. A eso de las once de la mañana me pregunta si abre el bar y nos engullimos varias frías mientras esperamos el almuerzo. Tras hacerlo, me da una gran modorra y Pa´la camita. Ella no. A conversar por allí, a subir y bajar escaleras para revisar como están las condiciones del edificio o a ver televisión. Creo que nunca en su vida hizo dieta –aunque come poco. Nunca caminó para mejorar su salud ni se metió en un gimnasio. Tampoco toma el pastillero multivitamínico-anticolesterol-mejoramemoria, etc, pero cuando a sus ya ochenta años –los cumple en diciembre- se pone el trajebaño de dos piezas y se va a la piscina, la comparo con las celulíticas bañistas que lucen muy orgullosas sus pistoleras celulíticas y sus glúteos, separados por un ínfimo cordel los cuales nada más apurar el paso tiemblan como decían los viejos igual que gelatina en parihuela y mi suegra todavía tiene jugo y ninguna celulitis.
Y por allá en el cementerio de Valencia está los restos de Otto, quien fue mi patrón y amigo durante años. Compraba un quilo de chicharrón en las chicharroneras de Tejerías y acompañándose con diez hayaquitas se lo raspaba –como él decía- en un santiamén, sentado al borde del cajón de su camioneta para luego, en menos de una hora meterse un pollo asado acompañado de una ración de yuca y 4 hayaquitas en la Encrucijada. Pesaba 160 quilos y ¿saben de que murió? Se cayó cuando tenía como setenta y cinco años y se le rompieron algunas venas internas en la cabeza lo cual le provocó la muerte.
Y allá por Los Teques está Manolo. Una pea diaria. 4 cajas de cigarrillos por día. No pelábamos el cocido gallego en la Tertulia ni tampoco las carnes de El Alazán. Y por allí anda campante. Sin un cabello en la cabeza pero sin cambiar en gran cosa los hábitos. Palo y palo
Por supuesto, no faltará quien argumente que estas personas estarían con mejor salud si hicieran lo que pregonó Penzini o lo que practica mi ex compañero de clases. Es posible. Nadie puede contradecir esta teoría. Pero me imagino que podrían llegar a unos 300 años, cuando ya yo sea fiambre, cuando sus descendientes también lo sean, cuando el mundo esté colapsando, cuando…
Yo creo que caminar es bueno pero hemos llegado a los extremos. A la compulsividad. Al vicio. Salir a trotar así este cayendo una lata de agua; así estén esperando en las esquinas los amigos de lo ajeno, así duelan las rodillas y se deformen los dedos de los pies. Si tengo dinero debe comprarse unos buenos zapatos, un short y una franela evapora-sudor; un cronómetro, un medidor de pulsaciones, un medidor de tensión arterial, una radio portátil y cargado con toda esa parafernalia ir a trotar.
Pero también creo que hay un gran negocio en esto. Vean los canales de TV, especialmente los de cable. Docenas de máquinas para supuestamente mejorar el cuerpo. En diez días usted verá los resultados. De ser un panplote gordiflon y celulítico usted se igualará al modelo de la cuña, con sus cuadritos en el abdomen, sus piernas estilizadas (hasta lo cambeto se le quitará), unos pectorales envidiables y unos formidables bíceps. Si es mujer, se pondrá más buena que comer pescao con las manos. Después se va a un negocio donde venden cosas para la salud y comprará una docena de hierbas, níquel, cromo, selenio, magnesio, hierro, vitaminas de la a a la z, ging seng y zarzaparrilla. Además todas las mañanas se tomará diez vasos de agua para que después en la oficina, de tanto ir al sanitario sus compañeros le dirán que sufre de angurria; se comprará unos discos de música espiritual, unas varitas de olores florales y comprará algunos libros de autoayuda.
¿Vivirá trescientos años? Hummmm, quien sabe. Lo único que puedo decir es que ahora voy a salir a caminar y a hacer ejercicios cuando me de la gana… (y si puedo)

José Hermoso Sierra

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