sábado, 10 de octubre de 2009

BOROJO




En recuerdo a mi amigo Rafael Añez quien fue insigne maestro y alma de inolvidables fiestas.

No por haber nacido mi madre en Borojó tengo un gran aprecio por ese pueblito falconiano. Mi primera visita fue por el año 1953. El viaje se hizo desde Maiquetía a Coro por vía aérea. Desde allí, en plena época de lluvias y en un vehículo que se contrataba en las oficinas del periódico falconiano "La Mañana" se hacía el viaje hacia el acogedor pueblo. El estado de ánimo de la naturaleza decidía el tiempo de viaje. Lo que hoy se recorre en menos de dos horas se prolongaba a veces hasta tres días. El vehículo que nos transportaba era un híbrido. En su parte delantera estaba el asiento del chofer y de tres pasajeros. A continuación un incómodo banco de tablas tapizado con un anémico cojín relleno de paja. Luego una malla divisoria. Allí comenzaba el departamento de carga donde se mezclaban los chivos con la valija del correo y los ejemplares del decano periódico "La Mañana" con un cargamento de queso de cabra. Para los adultos era un suplicio. Para mi niñez...toda una deliciosa aventura.
Hoy día Borojó se puede visitar conduciendo por una excelente carretera. Desde Aragua, bajando por Morón se toma la vía de la costa en dirección Oeste. Hasta Coro hay un exuberante paisaje donde se combina la placidez de sus playas – Tucacas, Morrocoy – con la lujuriosa vegetación del piedemonte de la Cordillera de la Costa que acuna a Tocópero y Puerto Cumarebo, la ciudad de las mujeres bellas. Se pasa por zonas de gran importancia pecuaria como lo son Yaracal, El Guamacho y Maicillar y a pueblos de trascendencia histórica como lo es La Vela de Coro cuyo nombre se origina en el hecho de haber sido el sitio desde donde se vigilaba la costa para evitar ser sorprendidos por piratas. Es actualmente Patrimonio Histórico de la Humanidad, decretada así por la ONU. Fue el desembarcadero de Francisco de Miranda y sitio donde se izó el tricolor patrio. Coro, capital del Estado, también Patrimonio Histórico de la Humanidad merece capítulo aparte por lo cual no nos detendremos en descripciones de tan valioso tesoro venezolano.
Partiendo de Coro han de recorrerse ciento cincuenta y cinco kilómetros para llegar a Borojó. Un paisaje de impresionante aridez envuelve al viajero. Si es acucioso y se conjuga con el paisaje podrá disfrutar de innumerables sorpresas. A orillas de la carretera y principalmente cerca de los ríos, es fácil descubrir infinidad de fósiles. A esto se suma la presencia de estos elementos arqueológicos en determinados lugares denominados “chiperos” antiguos asentamientos de tribus indígenas hoy desaparecidas. No es difícil encontrar entre millones de conchas de moluscos consumidos por los aborígenes, restos de vasijas de barro, hachas de piedra, puntas de flechas y uno que otro ídolo. Dabajuro es el centro poblado más importante en la vía. Fue campo petrolero y es la estación de bombeo del oleoducto que transporta petróleo hasta la refinería de Amuay en la Península de Paraguaná. En sus alrededores se han encontrado innumerables objetos cerámicos denominados "Series Dabajuro" con data entre 300 años AC hasta 1.000 años DC. Continuando la vía a no más de veinte kilómetros está un desvío que conduce a Borojó. Borojó es un término de origen quechua cuyo significado es “lugar deshabitado y aislado”. Pero hoy día no es así. Aún cuando su economía no permite a sus habitantes subsistir y se ven obligados a emigrar a Maracaibo u otros sitios siempre regresan al terruño. La fecha preferida es septiembre, con las fiestas en homenaje a Nuestra Señora La Virgen de Las Mercedes y en Diciembre con las fiestas de la temporada. Se convierte en un concurrido alegre y ferviente pueblo que disfruta a sus anchas de unas tradicionales celebraciones y que ofrece al visitante un sinnúmero de sorpresas. Su templo, declarado Patrimonio Histórico de la Nación fue construido entre 1.788 y 1.796. Es una visita obligatoria para apreciar una joya arquitectónica colonial, al igual que La Casa de la Cultura y sede de la Sociedad Bolivariana, conocida popularmente como la casa donde bailó Bolívar, donde se alojó el héroe en 1.826, su última visita a Venezuela. Otro lugar digno de ver es El Museo de Arte Religioso, con su anexo la Galería de Arte Yuquique, esfuerzo del recordado poeta y periodista Martín Añez. Diversiones más profanas están representadas por la playa Antúnez, concurridísima en Semana Santa y Carnaval, con aguas templadas y poco profundas. Complemento del tour es la adquisición de las bellas piezas policromas de la familia Ferrer, artesanos que trabajando una liviana madera, dan a luz rutilantes gallos, alegres mariposas y atractivas orugas. Parodiando a Luis XV, Borojó bien merece una visita.


(Foto de la calle prinmcipal de Borojó tomada por Omar José Martínez(

JOSE HERMOSO SIERRA

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