A medida que se humanizan los héroes van surgiendo teorías en cuanto a
comportamientos más propios de los hombres que de los dioses. Este tipo de
teorías, vertidas en libros de reciente publicación, son incómodas para muchos académicos que
prefieren cubrir con el barniz de la hipocresía esos sucesos. Un ejemplo
típico, aunque no reciente, es la obra de José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas.
Lo único difundido fueron aquella supuesta frase “si la naturaleza se opone…”
pero muy bien se cuidaron quienes la difundieron de mencionar su origen. Otro
libro donde se escribe sobre “el abuelo de la patria”, autoría de Elías Pino
Iturrieta titulado Contra Lujuria
Castidad fue criticado “a la calladita” pero poco o nada que se hiciese
público. La saga de libros al respecto es larga. Inés Quintero, Domingo Alberto
Rangel, Denzil Romero, Francisco Herrera Luque, Edgardo Mondolfi Gudat; son una reducida pero ejemplar muestra de los
audaces iconoclastas.
La “profesión de espía” de Miranda es muy factible. Las diversas
anotaciones que hizo sobre Turquía, al borde de la guerra con Rusia, pudieron
abrirle el camino en este imperio así como el logro de jugosos obsequios. Las
asignaciones monetarias inglesas también pueden ser un indicio de ese comportamiento.
El profesor Angel Rafael Lombardi Boscán lo ha expuesto en su monografía Francisco de Miranda: ¿Precursor de la
independencia o espía al servicio de Inglaterra? Pero
en realidad ese trabajo no aporta indicios para dar validez a la teoría.