sábado, 10 de octubre de 2009

UN CINCUENTON LIBRO

Para definir al estadista se han ensayado muchas fórmulas. La que las sintetiza es aquella que expresa que un político es el que piensa en la próxima elección y un estadista el que piensa en la próxima generación. Abundando en el rico tema podría así mismo afirmarse que el estadista vislumbra dilatados horizontes para, consciente de que hacia ello debe proyectar su obra, permanecer indiferente ante las pequeñeces de su momento que buscan irritarlo, limitarlo y manejarlo para el gusto de la galería. En suma, el escoge la gloria en lugar de la popularidad. De igual modo podría definirse al estadista como el hombre que conoce la economía humana al punto de administrar sabiamente la colaboración de sus servidores…Lejos de temer la colaboración de las más poderosas mentalidades de su momento, la buscó empeñosamente para que contribuyera a consolidar la obra de su gobierno. Bien distinto al caso de otros que prefieren exaltar las medianías políticas e improvisar colaboradores para que sean sumisos funcionarios que con la gratitud del cargo inmerecido, tributen todas las obsecuencias y halagos al gobernante. “Porque no es rindiendo vasallaje a la fuerza brutal y agresiva, no es cultivando semillas de discordia y de anarquía, no es proclamando principios destructores como puede librarse una nación de los graves males que la aquejan; es con la idea redentora, con la palabra que ilumina el camino de la verdad, con el culto a la virtud que dignifica el esfuerzo humano, como una sociedad alcanza la superación que anhelan cuantos creen en la eternidad de todo ideal de justicia y de bien”
La tradición y la historia retratan con tonos auténticos a los distintos gobernantes que tuvimos: prepotentes unos, pusilánimes otros, arrogantes los más, insolentes los menos: todos, sin embargo, incursos en el común denominador de poner por delante la fuerza del poder. El texto anterior, obra de Miguel Ángel Burelli Rivas, corresponde al prólogo del libro “El Presidente Cipriano Castro” autoría del ex presidente y general en jefe Eleazar López Contreras. Pero no crea el lector que el prólogo de Burelli Rivas se refiere a Cipriano Castro. Sus palabras son sobre López Contreras, su comportamiento como presidente y su manejo de las situaciones. Las frases entre comillas y en cursiva fueron las palabras de López Contreras cuando en una de sus giras inauguró el nuevo edificio de la Universidad de los Andes. El escrito data de 1957 con motivo de la publicación de la obra. Con más de cincuenta años, aún no pierde actualidad. Su contenido hubiese podido ser de gran utilidad a los que desde esa fecha hasta ahora nos han gobernado. Mentes pequeñitas y ambiciosas que sin pensar en un país que en otras manos pudiese ser, no envidia porque es un instinto bajo sino ejemplo para emular de todo el mundo, lo han convertido en un campo de pasiones irracionales con una población que día a día se degrada bajo la tenebrosa sombra del delito, las drogas, la corrupción y las limosnas, encerrado en el paréntesis de la politiquería ramplona.Sin más comentarios. El texto trascrito de la obra citada habla por si solo.
José Hermoso Sierra

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